sábado, 16 de diciembre de 2006

009 - 14 de Julio

Veo que el invierno es mucho más crudo de lo que imaginábamos este año. Espero que el mundo no esté destruyéndose de a poco, porque a diferencia de muchos, yo sí lo sentiría.

El sonido de la pava en el fuego es opacado con la canción que suena en la radio, una música pegadiza que hace más amena la tarde fría en este invierno cruel. El teléfono me quita de mi lectura, es mi querido amigo Francisco Duarte, formoseño, descendiente de una incontable mezcla de razas que lo hacen un tipo interesante. Me dice su típica broma “hola abuelo” y luego va directamente al punto. El trabaja en la Universidad Nacional desde hace más de 20 años y desde que lo conozco está tratando de averiguar acerca de mi venida, el cómo y los porqués, y aunque la mayoría de las veces no me dice nada concreto, siempre tiene una nueva y mas contundente explicación pero sin bases concretas. Esta vez me dijo que vendría a Córdoba para hablar directamente conmigo, que llegaría por avión en la noche, aparentemente su asunto es muy importante como para hacer este gasto.

Preparé mi departamento en el tiempo que transcurrió hasta que las luces de la ciudad ya se podían ver por mi ventana empañada en la oscuridad temprana del invierno.

Bajé cubierto por varios abrigos, a algo que todavía no me acostumbro, por mas que pasen años es al frío, pero no cambiaría por nada los días como estos, que son especiales para disfrutar unos buenos mates acompañados con tortas fritas; como siempre me decía un viejo amigo.

Mi automóvil está en la cochera pública de la cuadra. Caminando hasta él tuve la sensación que alguien me observaba, de todas formas caminé directamente hacia el automóvil, sin detenerme y me dirigí hacia el aeropuerto.

El avión llegó a tiempo, pero esperé como unos 20 minutos más hasta que los pasajeros comenzaron a salir por la puerta de desembarco. Y ahí venía, vestido con su típico pullover negro, cuello de tortuga y su sobretodo marrón que le llega a las rodillas. En su mano derecha, un maletín de cuero que le da un aspecto muy a caballero ingles.

Su gesto fue alegre y parecía que le agradó mucho que yo esté esperándolo, como si no le hubiese prometido que iría.

Me bombardeó con historias desde que subimos al automóvil, hasta que nos bajamos en el garaje. Yo tenía varias cosas que contarle desde la última vez que nos vimos, pero no veo la oportunidad de hacerlo, por la cantidad que él habla, pero es algo que me gusta, por lo menos no me siento solo.

No sé porque no lo vi venir, salimos del garaje y como es costumbre miré hacia todos lados antes de echar llave al masivo cerrojo del portón. Se escuchó un soplido sordo que no llegó a retumbar en la calle vacía. Miré hacia todos lados, pero no vi a nadie, luego sentí a Francisco desvanecerse, el disparo había dado justo en su corazón.

Su cara estaba pálida y poco a poco su cuerpo se enfría. Mi angustia explotó en un instante, me concentré y levanté el cuerpo como si no pesara, sentí mis músculos inflados y tensos, pero no presté atención. Subí por el ascensor y abrí la puerta de mi departamento con una sola mano, mientras sostenía su cuerpo con la otra.

Estoy entrando y siento el teléfono que suena y llevó sonando hasta que lo acomodé en el sofá. Contesté y era Jimena, le dije que tengo a mi amigo baleado, que cortaba para llamar a una ambulancia, no hizo objeciones.

Llamé a la policía y a una ambulancia de urgencias, esta última fue la primera en llegar y la unidad del Comando de Acción Preventiva llegó un minuto después. Era obvio que Francisco ya había muerto hacía tiempo, quizás en el mismo momento que cayó al suelo. Expliqué todo a la policía como había sucedido, me preguntaron si él tenía enemigos, o razones para que alguien quiera atentar en contra de su vida. Yo no lo sabía y temí que haya sido por mi razón que le dispararon, aunque eso no lo dije.

Para mi sorpresa un taxi frena en frente y Jimena baja corriendo hasta donde yo estaba. “Estuve llamando desde hace rato, y me preocupé” su cara me lo dice todo. “Tendrá que ir mañana a firmar su declaración en la central, sin falta” me dice uno de los policías y afirmo con mi cabeza mientras veo que la ambulancia se lleva el cuerpo de Francisco.

Me excusé con los policías, y entramos al edificio.

Estuvimos en silencio mientras preparé dos cafés. Ese silencio me abrumaba, así que encendí la radio para escuchar algo.

“¿Estás bien?” me preguntó tímidamente. Es inusual que no tengamos ganas de hablar. Negué con mi cabeza. “No estoy bien” ¿Cómo podría estarlo? Es esa sensación de impotencia que hace un nudo en tu garganta, creo que todo el mundo lo ha sentido en algún momento; una de las cosas que nos dice que no somos todopoderosos, que en cualquier momento las situaciones se salen de nuestro control, o nos damos cuenta que nunca lo estuvieron. Ya había sentido esta sensación antes, sí, él día que Sara murió.

Ella se acercó y solo pude abrazar su cintura. No pude llorar.

Escuchaba claramente las pisadas de la tropa en los llanos yermos del desierto, faltaba muy poco para llegar a nuestro destino y enfrentar la batalla que definiría nuestra supervivencia, el premio, seguir siendo libres. Como siempre.

Los tres marchábamos al frente de la tropa “Rikus ya sabe que llegaremos atrasados unos minutos, pero somos el elemento sorpresa y los etarras demostraremos que somos los mejores ¿Cierto muchachos?” se escuchó la voz de Cook Tutan con toda su fuerza. Con la misma fuerza respondieron al unísono sus soldados.

Sentí una creciente estática en el lugar, y ante nuestros ojos se mostró en un segundo la figura más espantosa del mundo, sus garras afiladas y sus mandíbulas del tamaño de tres hombres. Todo se congeló, como si el tiempo no pasara.

La mitad de la tropa cayó muerta del miedo. El Dragón nos miró, su garra derecha giró y todo lo que Cook llevaba encima explotó. No pudimos reaccionar. “Sara Kan, niña insolente. ¿Quieres seguir el camino más peligroso, verdad? Quieres mi poder” y su vos desmayó a otros tantos.

Sus garras atacaron con una celeridad que nunca había visto y vi a Sara caer unos cuantos metros hacia un costado, su otra garra se enterró en la arena. Solo escuché su grito. Las fauces del Dragón se abrieron y supe en ese momento que la mataría. Usé casi todo mi poder, la levanté en el aire y la tiré unos metros por debajo del monstruo, para evitar su ataque. Él lo supo, se volteó y sentí su cola barrerme no sé cuanta distancia, escupí sangre y barro. Levanté mi cabeza para ver como la criatura aspiraba la arena del desierto y mezclada con fuego la escupió hacia mi mujer. La vista se me nubló. Sentí una sonrisa malvada en ese rostro terrible. Juntó sus manos y una bola de fuego se formó entre sus palmas, miró el suelo donde Sara yacía ya sin vida y la descargó con toda su saña. Luego desapareció.

Sentí esa sensación de impotencia, no pude descargar mi ira y mi grito de venganza salió desde mis entrañas y se escuchó por todo el desierto.

Creo que ese día fue cuando decidí convertirme en el ser que cambiaría la historia del mundo. Ese día me uní con más fuerza a la misión de mi hermano Cook.

Al mirar a los ojos de Jimena, veo mucho de Sara en ella, aunque sé muy bien que nunca serán la misma persona. Esta fue la primera vez que la besé.


~ Próxima Entrega 20 de Diciembre del 2006 ~


5 comentarios:

Anónimo dijo...

Cómo es una costumbre Mirko, muy bueno, espero q se mantenga XD

Unknown dijo...

bueniiiisimo!!! dia nefasto para muchos el dia que sara murio. y que lastima lo del chabon... me caia simpatico. pero como lo hicimos con sara, esta muerte tambien sera vengada, no??? desde el abrasante calor de athas, C.T.

Dm-Mafioso dijo...

si si .. el día que el Carandor Athasiano estrenó el BattleSystem.

Usté no le afloje con el E.T.A. Cook


Mirko.. muy groso lo suyo...

Unknown dijo...

wash nose pero hay algo en este escrito ke me llega demasiado....!!! felicitaciones es muy bueno sigue asi ke vas por super extra genial camino!!!!

Unknown dijo...

Grande Manito!!! El relato está teniendo TODO lo que tiene que tener... Feicitaciones!!!!