miércoles, 5 de agosto de 2015

031 – Aires tucumanos – 3ra Parte


El Sol recién salía detrás de las montañas y tímidamente iba calentando el valle. A mi lado, Jimena despertó asustada. – Tuve un sueño horrible – me dijo – pero recuerdo sólo fragmentos. Vos estabas y había una mujer herida en el pasillo. Y sentía mucho frío y miedo. – ¿Era posible que habíamos tenido el mismo sueño?  ¿Y el que lo había producido había podido entrar en mi cabeza sin mi permiso? ¿Qué tenía que ver la hermana Inés en todo esto?

– Es mejor que vamos a desayunar algo – le dije tranquilo, disimulando como podía la preocupación que tenía. Quería confrontar a la hermana Inés, antes de hacer más conjeturas al respecto. 
Después de desayunar, sin prisa, nos dirigimos a la capilla de Nuestra Señora del Rosario, donde esperaba encontrar a la monja, pero al llegar encontramos el lugar cerrado por completo, y no se veía alguien por los alrededores.
– ¿Quieren hacer una visita a la capilla? – nos preguntó una anciana desde la calle. – el padrecito viene a la tarde recién por acá – continuó.      
– ¿Y la hermana Inés? – le pregunté elevando un poco la voz, y se encogió de hombros en señal de ignorancia.

Ese día subimos algunos de los cerros, aprovechando para disfrutar de la vista del valle, la briza cálida en el día nublado y la soledad del lugar.          
Al atardecer regresamos al hotel para bañarnos y salir a cenar. Tenía ganas de comer cabrito asado.           
Al llegar al hotel, dos policías nos salieron al encuentro apenas atravesamos el umbral de entrada. – Señor, ¿ustedes son inquilinos en el hotel? – se dirigió a mí uno de ellos, con el tono de autoridad exigido en el curriculum de todo policía de carrera. Pero esa es una de las cosas que no me amedrentan; yo diría que produce el efecto contrario, me pone a la defensiva. En este caso me produjo curiosidad y respondí luego de mirar a Jimena unos segundos. Quizás a ella también le pareció extraña aquella repentina interrogación.       
– Sí, oficial… – comencé, reconociendo de antemano que era agente y que el término “oficial” lo iba a poner un poco más dispuesto a responder preguntas, si tuviese algunas para hacerle. Trucos que uno aprende con el tiempo.         
–… estamos hospedados desde hace dos días en el hotel. ¿Lo podemos ayudar con algo? – me miró agradeciendo internamente mi ignorancia en los rangos policiales, e incluso creyó tener la ventaja en la situación.     
– ¿Vieron o escucharon algo extraño anoche, o en la madrugada? – su pregunta fue totalmente descuidada, algo que nos puso en alerta. Ambos habíamos tenido un sueño extraño durante la noche anterior y esto era demasiada coincidencia. Pero puse mi mejor cara de turista y me dirigí a Jimena – ¿Escuchaste algo anoche? – me miró unos segundos y respondió negativamente con su cabeza. – Estaba muy cansada, dormí toda la noche. –

El policía no pareció complacido con la respuesta, pero se resignó a recibir una respuesta diferente. – ¿Sucede algo que podamos saber? – dije casi inmediatamente. – No se preocupe, tenemos todo controlado – la respuesta estudiada del libro o sacada de alguna película de Hollywood no me dejó más tranquilo; pero no quise indagar más, para no preocupar a Jimena.
Vimos pasar a la encargada con cara de preocupación. – Quike, ¿qué habrá sucedido? – me preguntó Jimena y respondí con la cabeza. No sabía, pero podía sospecharlo.

La encargada nos llamó hacia la recepción donde había una barra alta de madera con aspecto rústico; decorado con algunas flores en un jarrón y una computadora solitaria.
– Señor Fibel, ¿ustedes van a quedarse? – preguntó directamente, y sin mediar conversación. – ¿Hay algún problema? – pregunté, esperando una respuesta diferente a la que ya me estaba imaginando.            
– ¿No lo saben? Creí que la policía les iba a contar. En la madrugada, alguien entró a la habitación 14 y atacó a la pareja que estaba durmiendo ahí. Mató al joven y dejó malherida a su novia. Según me dijeron, fue un ajuste de cuenta. A ella se la llevaron a la clínica, pero no recuerda casi nada. Pobres chicos; yo conocía a la familia de él, aunque ya no viven acá. – se la veía muy afectada y la dejamos hablar para que se desahogara. Vi a Jimena a punto de llorar y la entendía perfectamente. – No se preocupe, que nosotros no nos iremos. ¿Somos los únicos inquilinos? – dije, creo, un poco bruscamente. La mujer se secó una lágrima y respondió negativamente. – Hay un hombre al final del pasillo. – Jimena tomó aire y se apresuró a decir – nos quedan aún dos noches más, así que no nos iremos hasta entonces.        
– Tendrán custodia policial. Por mandato del comisario, así que no esperamos ningún otro problema. – se había tranquilizado, por el momento. Igualmente nos quedamos conversando un rato más. Vi a Jimena intranquila.

Nos despedimos y seguimos hasta la habitación.     
– Quike, esto es igual que en mi sueño. ¿¡Qué diablos sucedió!? – me preguntó Jimena antes de llegar a la habitación, casi como un susurro. Estaba cada vez más alterada, y sabía que me iba a ser difícil tranquilizarla. – No sé qué sucede, Jime, anoche yo creía que era un sueño, pero por lo que veo, ambos tuvimos el mismo sueño. – me había puesto en evidencia, pero no podía ocultarlo. Quizás si veía que ambos estábamos en la misma situación se sentiría mejor.


– Esa es mi culpa… – escuchamos una voz femenina que venía por pasillo a nuestras espaldas. Nos dimos vuelta y observamos a la Hermana Inés parada contra la pared cerca de la última habitación, antes del recodo del pasillo que llevaba a la recepción.         
Me dirigí de inmediato hacia ella. Quizás mis movimientos fueron muy bruscos, porque despegó su hombro de la pared y colocó su mano y pie derechos hacia adelante en postura de defensa. ¿Artes Marciales? Eso me hizo detener a unos cuantos pasos. – Bien, fue extraño verla en mi sueño, anoche. Después del ataque al joven de la habitación 14. Pero ver ahora que tiene una perfecta postura defensiva de Kung Fu, me hace dudar aún más de usted. – dije en tono firme pero volumen bajo. Jimena se acercó a mí. – Ella estaba en mi sueño… – le expliqué apenas la vi a mi lado.        
– Se equivoca, Señor Quike. Usted estaba en mi sueño. Aunque no creo que necesite contarle demasiado para que entienda. Yo tengo la habilidad de invitar a la gente que conozco, a mis sueños. Si ellos están durmiendo, como sucedió en las dos veces anteriores, sólo es un mal sueño… – dijo tranquilamente. –… pero si están despiertos y yo soy la única que duerme, como ahora… – hizo una pausa, y la vi moverse a una velocidad impresionante. Su mano derecha, recta como cuchilla me golpeó justo debajo del esternón y el diafragma se contrajo por el cimbrón.          
–… puede ser mortal. – sonrió antes de darme un segundo golpe con su mano izquierda, a la altura del estómago. El aire se me cortó y no pude respirar.

Doy gracias a todos los que leen cada semana. Espero que les guste.

1 comentario:

Javier Delfino dijo...

Vieja chitera !!!! jajaajajja no entendí un sorcho, pero ya me puse al día.