La lápida dice “Francisco Duarte 1951 – 2006. Amado Esposo y Padre. Buen Amigo. Descanse en Paz”. Sencillo como él era.
Elisa nunca me culparía por lo ocurrido. La policía tomó mi declaración al día siguiente y respondí con lo que sabía: él quería decirme algo, pero no tengo idea de que se trataba, aún si me hicieran la prueba del polígrafo mi teoría estaría respaldada. La verdad es muy subjetiva si nadie sabe lo contrario. Qué asco me doy ahora.
Elisa me invitó a su casa, Francisco siempre me hacía quedar ahí cuando iba a Formosa. Él no tenía hermanos, y creo que fue por eso que me adoptó como uno. Conoció a su esposa la noche siguiente a aquella fatídica noche en el bosque y desde entonces ambos me hicieron lugar en su hogar.
La casa está muy callada esta noche, oscura de alguna forma. El amplio comedor se siente frío, alumbrado por las llamas de la chimenea que se mueven lentamente. El hijo de Cristina, la única hija de Francisco juega con primos de su misma edad en la parte posterior del comedor, donde está la mesa. Las luces de la ciudad se ven a través de las empañadas ventanas laterales.
“¿Qué sucedió? Quike” por fin se atrevió a preguntarme. Sus ojos cansados de llorar todavía tienen ese mismo brillo de juventud que hace 20 años, aunque parece haber envejecido en la última semana.
Su hija se sentó en el sillón a mi derecha y repartió tazas de café para todos los presentes. Había unas diez personas, y varias de ellos no conozco.
No quería contar mis conjeturas al respecto, no rodeado de gente que no confío, así que comencé a contar lo mismo que le dije a la policía. “Pero él no tenía enemigos, ¿quién querría hacerle daño?” me interrumpió una de las mujeres, y solo me encogí de hombros. No me gusta que me estén inquiriendo, y mucho más si es gente que no considero digna de hacerlo. Es ese sistema de defensa que me ha mantenido vivo tanto tiempo.
La conversación se desvió varias veces y terminamos hablando de anécdotas, política, fútbol. Pero Pancho estaba presente y quise preguntarle a su esposa si él había adelantado en sus investigaciones sobre mí, pero luego miraba la tristeza en su rostro y no me salían las palabras.
La noche estaba avanzada y todos se han ido a dormir. La casa estaba tan silenciosa que podía escuchar los autos a cuadras de distancia. El sofá es cómodo y tengo dos frazadas y el fuego de la chimenea para calentarme.
Miro la entrada revestida de enredaderas, un lugar difícil de encontrar en esta gran tierra árida. Los cuerpos reptileanos de los guardias tendidos en el suelo. Mis espadas todavía vibran en mis manos temblorosas. “Lo hiciste bien para un principiante” me dice Cook Tutan, mientras limpia las ranuras de su maza. “Con razón el jefe Kun Kan dijo que tenías futuro. Pero no tenés que confiarte porque nuestro enemigo es un Kaisharga” Se me heló la sangre de solo pensarlo.
Me despertaron los pasos en la escalera. Levanté la cabeza para ver quién era, aunque mis ojos todavía no se abrían del todo, y mi cabeza quiere seguir pegada a la almohada. No reconozco la silueta, y traté de despejar la mente en el segundo que la persona se pierde detrás de la pared de la escalera.
Me levanté y me muevo en silencio, descalzo. Llegué hasta la base de la escalera y definitivamente no conozco a la persona que va subiendo. Miré hacia la chimenea y veo el atizador apoyado a un costado. Lo levanté en el aire y luego de unas vueltas aterrizó en mi mano.
La persona giró, estaba a unos 10 escalones arriba, un arma en su mano. Me apuntó. Hice que su brazo se moviera bruscamente y el arma golpeó contra la pared, escuché un silbido de un silenciador y la bala pasó cerca de mi brazo.
De un salto estoy cerca de sus piernas que no me costó mucho barrerlas con el atizador. Su cabeza chocó contra uno de los escalones, pero su resistencia es extraordinaria. Es un profesional.
Escuché la puerta de una de las habitaciones, el asaltante giró sobre sí mismo y corrió hacia donde venía el sonido. Esto no está bien.
Escuché un grito apagado. Cuando llegué al final de la escalera, vi a Cristina. El tipo la tenía sujeta desde atrás y la pistola le apuntaba la sien derecha.
“Dejala fuera de esto” lo dije sin siquiera pensar, quizás es a ella a quién quería. “Vos callate” me dijo con vos fría y controlada “¿Dónde están las investigaciones de tu padre?” susurró al oído de Cristina. Ella negó con la cabeza y vi lágrimas en sus ojos.
Recordé los ojos de Pancho luego del disparo. No iba a dejar que esto sucediera de nuevo.
Su mano derecha ya no le respondió, otra vez se movió a mi voluntad, giró lentamente y aunque él luchó para dominarla, no lo consiguió, el caño del silenciador se posó en su hombro izquierdo y el silbido fue seguido a su quejido y liberó a Cristina. No me demoré en socorrerla, la protegí con mi cuerpo y ella quedó inmóvil detrás de mío. El tipo se debatía en el suelo, pero su brazo derecho no le pertenecía.
Me levanté delante de él, mi mirada era terrible y él se estremeció. “¿Qué investigación buscas?” dije y el arma le apuntó la cabeza. “Prefiero que me matés ahora, a esperar a ver que me hará Él como pago por mi fracaso”. El terror tiñó de sangre sus ojos.
Llegué a su lado. “Cristina, llamá a la policía” ella me hizo caso de inmediato. Tomé el arma y me acuclillé. Toqué su cabeza, tratando de ver algo de su pasado, pero solo sentí su miedo. Uno que va más allá de cualquier cosa. Sea quién sea, es sobrenatural.
~ Próxima Entrega 26 de Diciembre del 2006 ~
6 comentarios:
Juaz, cada ves aparecen mas personajes locos. Che, el hitman era pelado y con traje?
Nos vemos mirkote, cada vez mejor.
Hola!! oye esto cada vas de mejor a super extra fantastico!!!! felicitaciones!!!
psionico chiter :P
bien ahi!
Fantasía y realidad mixturadas con gracia y estilo.
Realmente no me arrepiento de haber llegado a este sitio.
Muy buena che, cada vez se pone mas interesante.
Publicar un comentario