Ayer hablamos con Elisa, Cristina todavía está muy nerviosa por lo sucedido. La policía se había llevado al asaltante, pero yo no conseguí sacarle nada de información útil ¿Qué investigaba Francisco? Debió ser muy importante para que lo asesinaran.
Por protección, decidimos que sería mejor que la familia tome las vacaciones que habían planeado durante todo el año, y esa tarde todos subieron a un bus rumbo al sur. Bariloche es hermoso en invierno y aunque todavía están conmovidos por lo sucedido en estos días, es mejor que se alejen un poco. Siento que seguirán en peligro, pero estarían peor si se quedan en la casa, sobretodo con el recuerdo de Francisco oprimiendo sus corazones.
Le pedí permiso a Elisa para quedarme en la casa un par de días, para cuidarla y además para tratar de averiguar algo más al respecto.
Partieron a horario, y yo regresé a la casa para acostumbrarme al ambiente solitario, a esa sensación en que los espacios son mucho más amplios que cuando ves niños corriendo, las mujeres impacientes por preparar la cena, o los hombres acomodados en el sillón frente a la chimenea hablando de algún tema trivial.
No creo haber pasado una mejor navidad, que la primera vez que Pancho me invitó a la casa, ésta era en ese entonces la casa de su padre y esa noche notificaron a la familia que se comprometían con Elisa para casarse al año siguiente, su padre estuvo de acuerdo de inmediato y fue en ese momento que obsequió la casa para la pareja. Todo sucedió muy rápido, y la siguiente navidad aunque debía ser mejor, no tuvo el brillo de ese año. Francisco ya trabajaba estable en la Universidad Nacional, y sus investigaciones tenían mucha prioridad en su vida, aunque no acaparaban todas las horas de su día y siempre disfrutaba más los momentos que pasaba junto a Elisa y Cristina, que los encierros en su oficina.
Llegué a la casa, habíamos dejado las luces prendidas. Entré por el garage y verifiqué bien de no encontrarme con nadie. No está de más la paranoia, en este caso. No había señales que alguien hubiese llegado antes que yo. Fui a la cocina y mientras me hacía un sándwich, llamé a Jimena pues ya extrañaba hablar con ella.
Aunque tenía la casa para mí, dormí en el sofá frente a la chimenea. Es como una costumbre que no quiero perder.
A la mañana muy temprano, fui a la comisaría para ver si habían averiguado algo, pero aunque alegué que era parte de la familia, que Francisco era como mi hermano, solo pude obtener un “todo es parte de una investigación oficial y no podemos dar datos”. Creo que han visto demasiadas películas policiales.
Pasó por mi cabeza que podría escabullirme traspasando las paredes, y tratar de llegar donde está el asaltante; pero no creo que sea conveniente que todo el recinto salga corriendo porque vieron un fantasma, en mi rostro se dibujó una sonrisa solamente por imaginar las caras, y el policía aflojó un poco la dura expresión que tenía hasta ese momento para explicarme que el encargado del caso era la teniente Miriam Albizo, pero que no había llegado todavía.
“Usted debe ser el Señor Enrique Fibel” me dijo una voz suave desde mis espaldas. Giré para responderle “Dígame Quike” en realidad este es mi nombre, pero como podía explicárselo. Era bella, su cuerpo esbelto, esculpido por la profesión, camiseta y camisa blanca, su gafete brillante que indicaba Tte. M. Albizo justo sobre su corazón. Sus ojos marrones centellaron un instante y mi mirada tuvo que observar su rostro. Creo que sentí algo de vergüenza por un segundo, pero fue solo un segundo.
Carraspeó antes de hablar. “Me dijeron que usted estaba en el momento de la muerte del señor Francisco Duarte y luego defendió a su hija cuando la atacó un asaltante en su propia casa” no se había movido ni un milímetro del lugar en el que se había parado. Yo me sentí incómodo de repente, o era que esperaba que me hiciera sentar, pero creo que su interés en conversar conmigo era de apuro. “¿Nos podemos sentar?” Pregunté, esperaba poder sacarle un par de respuestas antes que me echara del recinto. Ella miró hacia todos lados, “Sígame” No dijo nada más hasta que llegamos a una oficina vidriada en las cuatro paredes, desde donde se podía ver todos los escritorios del salón. Se detuvo frente a la puerta “Espéreme acá, ya regreso” Hice caso, pasé a la oficina y me senté. Solo había una mesa de fórmica y cuatro sillas que hacían juego. Ella regresó unos minutos después con dos tazas de cerámica y un expediente incómodamente sujeto bajo su brazo derecho. El olor al café inundó la pequeña oficina en cuanto cruzó la puerta.
Le recibí ambas tazas y me lo agradeció con la cabeza mientras dejaba caer el expediente sobre la mesa.
“Tengo muchas preguntas, pero lo importante es saber si usted tiene idea acerca de lo que el Señor Francisco Duarte estaba investigando. Él tenía varios títulos universitarios, pero se dedicó a la investigación científica en la Universidad Nacional” dijo pausadamente, mientras repasaba unas cuantas líneas que seguramente había leído un centenar de veces. Tomé un sorbo de café que me supo horrible y debe haberse notado en mi cara porque vi que ella contuvo una sonrisa.
“Él trabajaba en varios proyectos, y la mayoría eran clasificados, secretos o como quiera llamarlos. Ni siquiera a su esposa le contaba.” Fue mi respuesta con la cara más seria que pude poner. “¿Sus compañeros de investigación no le dijeron nada?” Ella me miró como desconcertada.
“Tenía dos, el primero Walter Adán Enfield, nacionalidad inglesa, fue encontrado muerto en su bañera el mismo día de la muerte de Francisco Duarte; todavía investigamos si fue suicidio.” La miré directamente y creo que mis ojos dijeron mucho porque ella afirmó con la cabeza. “Verdaderamente extraño. El segundo lleva cuatro años de desaparecido, parece que se comunicaban esporádicamente por medios electrónicos, pero nunca develaron direcciones, ni números telefónicos. Martín Pérez Garzo, nacido en Buenos Aires aunque vivió varios años Formosa y luego se mudó a Córdoba. Ahí se pierde su rastro.” El nombre me heló la sangre, había algo en ese nombre que me erizó los pelos.
“¿Reconoce algo de esta información?” Me mostró unas fotografías que sacó del expediente. “Son garabatos que estaban escritos en una pizarra de la oficina de Francisco Duarte” Me explicó.
Me aguanté las ganas de llorar. Sea como sea, el mensaje escrito en la pizarra era para mí. Los garabatos para ellos, mostraban una clara escritura en el Idioma de los Libres, que no sé como llegó hasta ahí.
“Tienes que encontrarlo, porque Él también está aquí. Espero viejo que esta advertencia te llegue a tiempo. Cuida de mi familia.”
Recordé que tenía algo muy importante que contarme, quizás parte de esas buenas noticias, era que había aprendido el idioma de mi tierra, aunque no sé como lo hizo.
Es una desgracia que mis ojos expresen tanto, sobretodo cuando tengo enfrente a una persona que puede leerla como si estuviera en español. Y tampoco sé mentir intencionalmente. “Es una advertencia, creo que la escribió para mí. La escritura es un viejo código que usábamos en antaño, él cree que su familia está en peligro.” Fue todo lo que pude tergiversar el mensaje. Me miró incrédula. “¿Un código que usaban en antaño?” Me preguntó y me di cuenta que mi apariencia dificulta aún más que ella me crea, pero mi rostro serio hizo que callara. Se apuró a pasarme otros papeles.
La mayoría del material, eran manuscritos con dibujos y símbolos arcanos o inteligibles para mí y negaba con la cabeza cada vez que miraba algo que no entendía. Pero temía cada vez más que los flagelos de la noche cuando lo conocí hayan dejado una marca aún más profunda, una marca que también lastimara a su hija y nietos.
“Traté de contactar esta mañana un sacerdote en la ciudad de Córdoba, que dicen es experto en exorcismos y ocultismo. Pero no lo pude encontrar, dicen que salió de viaje hacia el Vaticano” Me dijo y posó su mano sobre las fotos mientras yo las observaba, justo en una que mostraba un círculo con unos símbolos similar a una carta natal. “Tampoco la conozco” me apuré a decir, aunque esta vez mentía. Ella se dio cuenta. La vi hace casi cien años, lo último que recuerdo de mi vida en mi tierra.
Francisco estaba a punto de encontrar las respuestas. O quizás las encontró y por eso es que se puso en peligro. Lo que más temía se hizo realidad. Mi gran amigo fue muerto por mi culpa.
~ Próxima Entrega 30 de Diciembre del 2006 ~
6 comentarios:
Martín Perez Garzo (chan chan .. chan )
Está en todos lados este pibe che..
Lo que me lleva a pesnar, el cura experto en exorsismos es aquel de la famosa frase "el fuego purifica?"
Él!?!?
Dum-dum-dum...
Ta pulente che, veremos como sigue.
Martin Perez Garzo (CHAN CHAN CHAN)
ya se que lo dijo pol antes, pero es inevitable...
Bueno, yo no se quien carajo es Martín Perez Garzo, pero esta buena la historia, dale para adelante nomas!!!
Al fin pude leer los cap que me faltaban. Espero la próxima Manito!...
Estaba colgadisimo pero ya me puse al dia. Se viene el estallidooo
Si aparecio Perez Garzo (chan chan...chan) aparece Malakai y se arma la rosca.
Te esta quedando muy majo el relato, chaval!!. Keep the good work y FELIZ 2007 MIRKACHU!! Muchas felicidades y prosperidad para vos y la flia.
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