viernes, 5 de enero de 2007

013 - 2 de Agosto - 2da Parte

Primero, quiero pedirles disculpas pues por razones de salud no he podido cumplir con los plazos que yo mismo había estipulado. Pero espero poder hacerlo desde ahora en adelante. Muchas Gracias a todos.


Entramos al edificio, ella no quiso preguntarme nada más. En la recepción, dos oficiales acompañaban a la recepcionista, sentada detrás de un escritorio de fórmica marmolada.

La teniente se identificó ante los policías, y firmamos las planillas de ingreso con la secretaria, ella nos entregó a cambio dos gafetes identificados como Invitados, y subimos al ascensor. “¿Porqué la Universidad tiene una dependencia fuera del campus?” le pregunté mientras subíamos, ella se achicó de hombros “Según dijeron, es un laboratorio con varias dependencias, casi todas de física cuántica y química aplicada”, me sorprendió un poco, nunca me imaginé que Francisco estuviese investigando en una de esas ramas.

Sentí una mala sensación al bajar del ascensor. Alguien había estado en el lugar, aunque no sé si todavía estaría aún ahí. El pasillo estaba bien iluminado. Desde la salida del ascensor miré a ambos lados, y solo vi dos puertas dobles, una a cada lado, señalizadas con un cartel al costado.

“Por acá, este es el laboratorio” me dijo la teniente enfrente de la puerta derecha. Quiso abrirla, pero la detuve sosteniendo su mano; le hice una seña para que hiciera silencio y abrí la puerta lentamente.

Lo primero que pude ver fueron dos escritorios de fórmica, casi pegados el uno del otro, un monitor de computadora en el escritorio izquierdo. Inspeccioné el lugar y no vi a nadie. Entramos.

Ella quiso decirme algo, pero la dejé hablar. Su cara se ensombreció, se había dado cuenta que alguien estuvo en el lugar, quizás habían movido algunos objetos. Metió la mano en su cartera y sacó un revolver pequeño.

Miré detenidamente el lugar, y escuché un sonido detrás de una puerta lateral. La luz de la tarde entraba casi difusa por los ventanales ahumados del laboratorio. Me moví rápidamente hacia la puerta y la teniente se cubrió con la pared. La puerta se abrió.

Vi a un hombre de cara desgastada y sus ojeras pronunciaban su aspecto grotesco. En las manos llevaba algunos manuscritos que obviamente había sacado en el laboratorio. Pareció que no se había percatado de nuestra presencia hasta que vio a la teniente al lado de la puerta. “¿Qué hace en este lugar? Es zona restringida para personal no autorizado. Y no recuerdo haberlo autorizado” dijo la teniente con su arma sujeta con ambas manos.

“Soy … soy de limpieza” mintió. Agarré sus apuntes con tal rapidez que solo atinó a retirarse contra la puerta, como un perro que lo han golpeado demasiado en su vida. Sus ojos reflejaron un horror que hacía mucho no veía en alguien. “El Extranjero” murmuró y pensé que se desmayaría, pero no lo hizo. La teniente lo apuntó pero el hombre quedó inmóvil.

Hojee los apuntes, no entendía nada en las anotaciones. Algunas páginas tenían dibujos y símbolos “¿Qué son todas estas anotaciones?” pregunté y mi mirada fue grave, al punto de preocupar a la teniente. Lo vi en su mirada. El hombre se encogió, como si lo hubiese golpeado con un látigo. “¿A quién le llevabas esto?” proseguí aunque no esperaba que respondiera.

La piel se me erizó en ese momento; escuché un crujido en la puerta de entrada y esta se abrió de par en par. El hombre se tiró al suelo como un acto reflejo. Ví a los dos hombres del parque entrar con paso rígido.

El primero era casi de mi altura, su piel de color cobriza, nariz ancha y cejas grandes, nos apuntó con un revolver cromado de alto calibre, mientras sostenía una escopeta recortada en la otra. El segundo era rubio, corte militar, tapado largo; sostenía una espada japonesa en su mano izquierda, pero nos apuntó con una pistola Desert Eagle que sostenía en su mano derecha.

La teniente no reaccionó. Puse mi mano hacia delante y el primer hombre dejó caer su escopeta para agarrarse el pecho, por un dolor tan intenso que casi le rompe las costillas. Contuvo el aliento y el dolor disminuyó. Se arrastró detrás de uno de los escritorios. El segundo saltó hacia un costado y escuché el sonido de la pistola que retumbó por todo el pasillo. Sentí un intenso dolor, la bala me perforó de lado a lado. Maldije no haberme protegido como primer medida, mientras caía contra la pared del fondo. Sentí mi cabeza pesada y el calor de la sangre bañar mi pecho y luego mi abdomen.

La teniente se tiró contra un archivero y se cubrió. “No tienen que morir, solo queremos la información” gritó algo sarcástico el hombre rubio y sentí que su ojo me apuntaba, incluso desde atrás de los escritorios donde estaba cubriéndose.

“¿Me escucha Quike? No se mueva de ahí” escuché suavemente la voz de Miriam. El hombre rubio se asomó con su arma por arriba del escritorio que me cubría. Respiré profundamente y sentí mi sangre coagularse rápidamente, mi piel se regeneró y la herida cerró.

Se paró triunfante delante de mí, y vi a su compañero apuntar a la teniente. “Ben mirá quién está acá. El monstruo de las otras noches. Creí que ya lo había matado” dijo el morocho señalando al decrépito intruso. Los ojos del hombre le brillaron con odio.

“Me parece que sus balas no matan a nadie” dije mientras me levantaba. Sus ojos se abrieron al máximo. “Vemos cada vez más cosas raras en esta misión” le respondió el rubio.

“¿Porqué no nos ahorramos todo el dolor y me dicen por las buenas que es lo que quieren?” pregunté mientras ayudaba a la teniente a levantarse. “Es verdad lo que el amo decía, usted es un superior” se quejó entre dientes el hombre. Mi mirada fue tanto de sorpresa como compasiva, me han llamado de muchas formas en mi vida, pero nunca superior. No pude evitar reirme.

Los dos hombres me miraron con sus ojos de sorpresa nuevamente. “¿Sos un ser superior, de verdad?” preguntó el rubio. “No lo soy, mi nombre es Quike Fibel”. Se relajó un poco aunque todavía sostenía las armas en sus manos. “Soy Benjamín Riali y a él le dicen Pancután. Bueno, si no queda otra, solo te podemos decir que buscamos un libro que Martín Perez Garzo escondió en esta dependencia” explicó.

“Pero nadie tiene permiso para entrar acá, a buscar nada” dijo Miriam, a lo que Pancután respondió con una carcajada profunda y estridente. Obviamente, no eran personas que pidieran permiso al entrar, incluyendo a un laboratorio vigilado, y tuve miedo por los policías y la secretaria de la entrada.

“El … el Libro no está acá” dijo el hombre tímidamente. Todos desviaron la mirada hacia él. Vi una gota de sudor aparecer en su sien izquierda, creo que Ben y Pancután también la vieron “¿Dónde lo escondiste?” preguntó Pancután con voz ácida. El hombre se encogió contra la pared al ver cuando este caminaba amenazante hacia él, pero se detuvo cuando me vio entrar en la habitación contigua. Mis ojos se iluminaron con un tono azul. Los tres retrocedieron.

Miré todo el lugar, todo estaba gris, podía ver las formas y distinguir los objetos. Podría ver si algún objeto era especial y saberlo de inmediato.

El lugar es uniforme y no encontré nada especial, así que decidí buscar de otra forma. Cerré la puerta dejando a todos del otro lado.

Me concentré unos segundos y sentí mi cuerpo ingrávido. Ese poder prefiero no usarlo frente a la gente, porque no sé como reaccionarían ver mi cuerpo transparente. Miré detenidamente en todos los rincones, a través de las paredes y detrás de la biblioteca; el lugar estaba limpio, incluso dentro de la pequeña caja fuerte no había ningún objeto.

Ya estaba por regresar con los demás, cuando miré debajo de un escritorio y noté un mosaico que había sido movido. Con mi cuerpo en mi estado normal, levanté el mosaico y ahí vi el Libro, rodeado de un aura extraña. Vi imágenes de color rojo y símbolos celestes y amarillos. Cerré mis ojos y al abrirlos veía normalmente otra vez. Tomé el Libro, que evidentemente es arcano y gracias a todos los dioses yo no sé interpretarlo; pero sé bien que los hechizos que están escritos dentro, podrían ser peligrosos para todos.

Metí mi mano dentro de mi bolsillo trasero y saqué mi pequeña bolsita de cuero. Este es el mejor lugar para protegerlo por ahora. Ahí lo escondí.

Al salir negué con mi cabeza “Si lo pusieron en este lugar, está muy bien oculto” me apresuré a decir.

La teniente esposó al intruso, pero los dos hombres se retiraron apuntándonos. Podría haberlos detenido, pero yo tenía el libro, así que tarde o temprano los encontraría de nuevo.


~ Próxima Entrega 9 de Enero del 2007 ~

2 comentarios:

Tao dijo...

Mucho mejor el relato que la anterior entrega mirko. Se nota q estas menos drogado(XD).

Asi q ahora tenes un libro magico, pues bueno, sera mejor que te busques algun innato para poder leerlo. Juejuejue

Nos vemos Master.

Unknown dijo...

Ta buenísimo el relato... lo trato de ller cuando puedo... Hoy me puse al día... Besos.