Sentí el golpe cortar mi
respiración y caí de rodillas intentando respirar. Tengo que admitir que
subestimé su fuerza, y es algo que no hago generalmente. Quizás era el atuendo,
y su mirada de buena gente.
Hice fuerza con los puños para levantarme y la vi venirse rauda hacia mí. Jimena gritó para advertirme, pero yo ya había visto su puño en dirección a mi cara. Aun cuando interpuse mi brazo para desviar el golpe, sentí el cráneo comprimirse y los huesos de mi mandíbula moverse en la misma trayectoria antinatural siguiendo el puño de la Hermana Inés. ¡Hermana! Ja.
– ¡Vamos, Quike! ¿Qué está esperando? Sé muy bien que esta pelea debería ser un juego para usted. ¿O está jugando conmigo? – dijo, mientras afirmaba su pie derecho por fuera de mi postura descuidada. Tomó mi mano en el momento que las llevé hacia el frente en una forma instintiva de cubrir mi estómago. Giró todo su cuerpo, con eje sobre su pie y quedó a mi lado, aún con su mano tomando la mía. Después torció mi mano sólo unos cuantos grados y no tuve más remedio que girar completamente mi cuerpo para evitar que me quebrara el brazo. Su mano libre se apoyó con fuerza sobre mi antebrazo y lo presionó. El dolor intenso subió por mi brazo y ella ni se había esforzado. Me había dejado en claro que sabía varias artes marciales y que sabía también cómo combinarlas.
Jimena le rogaba que me dejara tranquilo, pero sus gritos se fueron ahogando de a poco y unos segundos después no salían palabras de su boca, aun cuando intentaba gritarlas.
Hice fuerza con los puños para levantarme y la vi venirse rauda hacia mí. Jimena gritó para advertirme, pero yo ya había visto su puño en dirección a mi cara. Aun cuando interpuse mi brazo para desviar el golpe, sentí el cráneo comprimirse y los huesos de mi mandíbula moverse en la misma trayectoria antinatural siguiendo el puño de la Hermana Inés. ¡Hermana! Ja.
– ¡Vamos, Quike! ¿Qué está esperando? Sé muy bien que esta pelea debería ser un juego para usted. ¿O está jugando conmigo? – dijo, mientras afirmaba su pie derecho por fuera de mi postura descuidada. Tomó mi mano en el momento que las llevé hacia el frente en una forma instintiva de cubrir mi estómago. Giró todo su cuerpo, con eje sobre su pie y quedó a mi lado, aún con su mano tomando la mía. Después torció mi mano sólo unos cuantos grados y no tuve más remedio que girar completamente mi cuerpo para evitar que me quebrara el brazo. Su mano libre se apoyó con fuerza sobre mi antebrazo y lo presionó. El dolor intenso subió por mi brazo y ella ni se había esforzado. Me había dejado en claro que sabía varias artes marciales y que sabía también cómo combinarlas.
Jimena le rogaba que me dejara tranquilo, pero sus gritos se fueron ahogando de a poco y unos segundos después no salían palabras de su boca, aun cuando intentaba gritarlas.
Inés tiró todo su peso sobre
mi brazo y ambos caímos al suelo. Mi brazo se dislocó del hombro y sentí como
estuvo a punto de quebrarse a la altura media del húmero, golpee con el
esternón en el piso y mi dedo mayor y anular fueron torcidos hacia atrás, en el
mismo movimiento.
Rodé hacia un costado y sentí una patada en las costillas. Me hizo acordar a los entrenamientos que teníamos con Pascual Pérez, allá en Mendoza, por la década del 40. Duro, e implacable.
– Que desilusión. Tenía otros recuerdos de usted. Pero ahora veo que no eran más que algún extraño sueño, que tuve. – Eso me intrigó. ¿De dónde me conocía esta mujer? Escupí un poco de sangre, mientras jadeaba por la falta de aire y el golpe que había recibido en los pulmones. La miré de reojo, y observé su pie dirigirse hacia mi cara. Esquivé el golpe, mientras giraba sobre mis caderas y quedaba un metro alejado; con una rodilla en el piso, intenté levantarme. Corrió hacia mí, se levantó unos segundos la pollera, mientras estiraba su pierna para golpearme de lleno con su talón. También lo esquivé y dio fuertemente contra la pared del pasillo. Gruño suavemente, pero continuó con el ataque. Movió bruscamente su cuerpo de izquierda a derecha y su pie pasó por arriba de mi cabeza. Logré esquivar el golpe por sólo una fracción de segundo. Era realmente rápida.
Rodé hacia un costado y sentí una patada en las costillas. Me hizo acordar a los entrenamientos que teníamos con Pascual Pérez, allá en Mendoza, por la década del 40. Duro, e implacable.
– Que desilusión. Tenía otros recuerdos de usted. Pero ahora veo que no eran más que algún extraño sueño, que tuve. – Eso me intrigó. ¿De dónde me conocía esta mujer? Escupí un poco de sangre, mientras jadeaba por la falta de aire y el golpe que había recibido en los pulmones. La miré de reojo, y observé su pie dirigirse hacia mi cara. Esquivé el golpe, mientras giraba sobre mis caderas y quedaba un metro alejado; con una rodilla en el piso, intenté levantarme. Corrió hacia mí, se levantó unos segundos la pollera, mientras estiraba su pierna para golpearme de lleno con su talón. También lo esquivé y dio fuertemente contra la pared del pasillo. Gruño suavemente, pero continuó con el ataque. Movió bruscamente su cuerpo de izquierda a derecha y su pie pasó por arriba de mi cabeza. Logré esquivar el golpe por sólo una fracción de segundo. Era realmente rápida.
Me tomé el brazo con la otra
mano y con un movimiento rápido, el hueso volvió a su lugar con un sonoro –crack–,
la miré en la penumbra del pasillo, mientras levantaba la mano a la altura de
mi rostro. Mis dedos giraron sobre su mismo eje, y luego de eso pude volver a
moverlos sin preocupaciones.
Inés me miró extrañada. – ¡Es un monstruo! Esas cosas sólo pasan en las películas – dijo disgustada.
Abrí y cerré varias veces la mano para comprobar que mi brazo, todavía estaba en condiciones para pelear. Dolía, pero podía utilizarlo. – ¿De dónde me conoce? – le pregunté, obviando su comentario mordaz.
Inés me miró extrañada. – ¡Es un monstruo! Esas cosas sólo pasan en las películas – dijo disgustada.
Abrí y cerré varias veces la mano para comprobar que mi brazo, todavía estaba en condiciones para pelear. Dolía, pero podía utilizarlo. – ¿De dónde me conoce? – le pregunté, obviando su comentario mordaz.
– No tengo necesidad de
decírselo. Aunque podría intentar obligarme. – dijo haciendo una mueca con la
boca. Y se colocó en postura ofensiva nuevamente.
– Pero como me da pena la cara de su mujer, vamos a dejarla fuera de esto. – continuó, y vi caer a Jimena dormida en el lugar. Su cuerpo se desplomó tranquilamente, como si hubiese estado esperando que el sueño la desvaneciera. – Gracias… – me preparé para enfrentarla. Por lo que había observado, podía modificar el entorno, incluir o excluir a las personas de “su sueño”. Era muy rápida, precisa en sus acciones y muy fuerte. No pretendía subestimarla nuevamente, y más aún cuando ella llevaba claramente la ventaja.
Mi cuerpo estaba más ligero, y ágil; así que tomé la iniciativa y su brazo se interpuso en el último segundo cuando mi codo se dirigía a su rostro. Quiso reaccionar, pero yo era más rápido, y un segundo golpe con mi puño cerrado impactó contra sus costillas. Dio un paso hacia atrás con los dientes apretados y sosteniendo sus costillas – Vamos, niña. Que fue sólo un golpe. ¿O ya quieres decirme de dónde me conocés? – no respondió palabra, pero se apresuró a contraatacar: un golpe directo al rostro, pero pude esquivarlo fácilmente, y prepararme para su siguiente golpe que desvié golpeando su antebrazo con fuerza hacia un costado. Aproveché su mala postura para moverme hacia su flanco y atacar dos veces sus costillas; el segundo golpe la tiró contra la pared y le costó unos segundos reponerse.
– Pero como me da pena la cara de su mujer, vamos a dejarla fuera de esto. – continuó, y vi caer a Jimena dormida en el lugar. Su cuerpo se desplomó tranquilamente, como si hubiese estado esperando que el sueño la desvaneciera. – Gracias… – me preparé para enfrentarla. Por lo que había observado, podía modificar el entorno, incluir o excluir a las personas de “su sueño”. Era muy rápida, precisa en sus acciones y muy fuerte. No pretendía subestimarla nuevamente, y más aún cuando ella llevaba claramente la ventaja.
Mi cuerpo estaba más ligero, y ágil; así que tomé la iniciativa y su brazo se interpuso en el último segundo cuando mi codo se dirigía a su rostro. Quiso reaccionar, pero yo era más rápido, y un segundo golpe con mi puño cerrado impactó contra sus costillas. Dio un paso hacia atrás con los dientes apretados y sosteniendo sus costillas – Vamos, niña. Que fue sólo un golpe. ¿O ya quieres decirme de dónde me conocés? – no respondió palabra, pero se apresuró a contraatacar: un golpe directo al rostro, pero pude esquivarlo fácilmente, y prepararme para su siguiente golpe que desvié golpeando su antebrazo con fuerza hacia un costado. Aproveché su mala postura para moverme hacia su flanco y atacar dos veces sus costillas; el segundo golpe la tiró contra la pared y le costó unos segundos reponerse.
Apretó su puño y volvió al
ataque. Saltó contra la pared y se impulsó hacia mí para golpear fuertemente mi
hombro izquierdo. El golpe lo sentí duro y su postura bien lograda; cayó a unos
cuantos centímetros, lista para golpear nuevamente con su rodilla. Pero se me
antojó pisar sus dedos en el momento que tomaba impulso, lo que la agarró mal
parada y casi cae por su propio impulso. Su rostro hizo una mueca muy graciosa,
como la de una niña a quien no le han cumplido un capricho y pretende hacer un berrinche
en contramedida. No pude evitar sonreír. Di dos golpes cortos arriba de la
cintura, para quitarle el aliento, la empujé con mi hombro y la aparté unos
pasos. Ya era momento de parar de jugar, quería respuestas. El aire alrededor de
mi puño derecho comenzó a arremolinarse a gran velocidad. Hice una zancada y la
empujé nuevamente contra la pared. Mi puño golpeó duramente entre su brazo y su
torso. La pared se partió hacia arriba y hacia abajo. – ¿De dónde me conocés? –
dije con voz firme.
Sus labios se abrieron
tímidamente para responder. El lugar se puso frío, el pasillo se oscureció. Y
sentí una presencia perturbadora cerca de la puerta de la última habitación.
– Luego conversamos. Ella ha llegado. – dijo mientras miraba hacia la oscuridad del pasillo.
Una figura oscura flotaba en el aire. No podía ver su rostro, pero podía saber sin dudas que me estaba mirando.
– Luego conversamos. Ella ha llegado. – dijo mientras miraba hacia la oscuridad del pasillo.
Una figura oscura flotaba en el aire. No podía ver su rostro, pero podía saber sin dudas que me estaba mirando.
Me sorprendió de buena manera, ver que hay gente que está esperando que yo haga mi publicación. Muchas gracias a todos, por seguir la historia.
3 comentarios:
Bue ya leí. Dejador de leche
Al día también. No como el puto de Lucho! :P
cri cri, criiiiiii croooooaaaaarrrggggg subrublublublu ick ick, chajá chajá, semigigante semigigante
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