miércoles, 26 de agosto de 2015

033 – Fantasmas del Pasado


Uno se pone a pensar las cosas que hizo en el pasado, y por ahí no razona con claridad las consecuencias de lo que hizo o dejó de hacer en cierto momento de su vida. Eso me sucede con frecuencia. Quizás es un poco el karma que debo pagar por llevar una vida tan longeva. Las consecuencias, a veces son superficiales, pero en otros casos, como este, traen mucho mal a las personas.        
Alguien alguna vez me dijo que no se puede salvar a todo el mundo. Por ahí, al elegir a una u otra persona, se deja de lado a muchos otros: a esos no se pueden salvar.
No me había dado cuenta de lo que sucedía, hasta que vi su rostro; triste pero enojado al mismo tiempo, demacrado por los años y el dolor. Y mucha ira.

– ¡Nunca… apareció… por… acá… Señor… Quike! – dijo lentamente mientras se movía hacia nosotros. Sus pies no tocaban el suelo. Su vestido raído y viejo se movía extrañamente de un lado a otro, mientras continuaba su camino. Sentí su presencia fuerte y amenazante. La hermana Inés hizo un paso hacia atrás, la sujeté de la muñeca y me miró temerosa. Pero algo me dijo que no era la primera vez que enfrentaba un peligro así.       
– Me entrenaron para enfrentar estas criaturas, pero aun así, siempre dudo al hacerlo – se explicó casi en susurros; sus ojos vidriosos al contraste de la tenue luz del pasillo.           
– No… se… apareció… cuando… lo… necesité… Señor… Quike – dijo con la voz más firme. Sus cabellos comenzaron a elevarse en todas direcciones.        
– Doña Juana, no sé qué hice o dejé de hacer, pero algo podría hacer ahora, para que usted se vaya tranquila… – era consciente que no había mucho que yo pudiese hacer para que eso sucediera. Lo que quedaba, era sólo la esencia de la Doña Juana que yo había conocido 50 años atrás. Pero he aprendido que estas cosas se resuelven mejor si se encuentra la forma de que decidan irse por su cuenta.      
– ¿Usted… piensa… que… soy… ignorante? Sé… muy… bien… que… si… me… voy… no… será… al… paraíso… – dijo, y su rostro cambió. Sentí su odio, su rencor. Pero algo más se dejó ver en la sonrisa que nos mostró.

– ¡Si… me… voy… pa’bajo… Me… lo… llevo… conmigo! – las paredes del lugar comenzaron a temblar. Los cuadros en el pasillo se movían a punto de caer y el papel tapiz se avejentó en unos segundos. – Nunca hubo algo bueno en ella – afirmó la Hermana, mientras se ponía en posición defensiva.         
– Yo no la recuerdo así. Como la conocí, era una mujer callada pero sensata. Enamorada de su marido. – respondí, casi para mí mismo.         
– Engañó a mucha gente. Ofreció el alma de su hermana menor al familiar, por una fortuna para su marido… – El Espíritu parecía entender cada palabra y recordar con agrado la situación. –… Pero, que luego fue regalada a gente que ella odiaba. – continuó, y el rostro de Doña Juana volvió a reflejar odio. – Y la deuda nunca fue cumplida, porque su hermana murió antes del plazo pactado con el diablo y ahora su alma está en los Cielos – dijo incisiva y esperó la reacción del Espíritu.

Una sonrisa macabra apareció en su rostro. – Está… equivocada… señorita… Inés… Su… alma… se… revuelca… en… la… cama… de… Satán… – saboreó cada palabra. – Ella… misma… me… ayudó… a… hundir… mi… faca… en… su… pecho… ¡Y… lo… disfrutó! – Las lágrimas rodaron por el rostro de Inés. – Deberías ir con ella, entonces. ¡¡Bruja!! – gritó mientras la rabia le temblaba la voz.       
Corrió hacia el Espíritu a toda velocidad, con su crucifijo en la mano. Se detuvo a solo un metro de distancia y la señaló recitando unas palabras que no llegué a escuchar. Los ojos de Doña Juana se encendieron con una furia terrible, pero Inés continuó –… et manet in abyssum, quasi poenae aeternae!! – su convicción era fuerte y vi al Espíritu flaquear y desvanecerse hasta desaparecer.

Las paredes dejaron de temblar y la luz se intensificó para dejarnos ver el pasillo algo demacrado.      
– He hecho esto varias veces… pero parece no resultar como debería ser. Ella vuelve a aparecer algunas noches después. – dijo respirando pesadamente. Vi que le demandaba mucha de su energía, y que no era sólo un simple rezo, dicho al azar. –… Pero esta fue la primera vez que hablabas con ella, ¿no? –  
– Nunca antes había pronunciado palabra alguna. Aunque nunca la había visto con esta intensidad. La única forma de sentirla, es dentro de mis sueños. Por lo visto, usted influenció bastante en su aparición. – Afirmé con la cabeza – Quizás le hice algún mal terrible en vida, y por eso también le cuesta irse cuando usted la exorciza – concluí. Y la hermana se quedó pensando en mis palabras.

– Lo veré mañana – dijo como despedida. – Necesito reponer fuerzas – y dio media vuelta para entrar en unas de las habitaciones. La seguí con la mirada, pues no entendía por qué no salía por la puerta principal. –… recuerde que estamos en mi sueño. Para sacarlo de mi sueño, tengo que despertarme. Y para eso, necesito una puerta especial. – se explicó, mientras abría la puerta de la habitación donde la noche anterior habían asesinado al muchacho. La habitación estaba vacía, oscura y fría. La ventana estaba abierta. Se despidió con la mano y saltó por la ventana.        
En ese momento sentí una sensación muy extraña. Como cuando uno tiene un déjà vu. Fue como despertarme, pero ya tenía los ojos abiertos. Miré hacia donde Jimena había caído, pero no estaba. De alguna forma ya lo sabía, así que chequee la habitación y la vi durmiendo plácidamente en la cama. Seguramente, para ella todo había sido un sueño.


Pero sentí algo más. Tenía la sensación que me estaban observando. Sabía que Doña Juana aún estaba por ahí, quizás recuperando fuerzas, o quizás me daba espacio para que me sintiese más seguro, pero estaba lejos de poder estarlo.


Un pequeño contratiempo la semana pasada, gracias por la paciencia.

1 comentario:

Carandor dijo...

Al día. Con los años ha ido cambiando tu estilo literario, ahora se siente como más denso leer , de todas maneras está bueno, pero lejos, esta no es la mejor entrega !!!