Mostrando las entradas con la etiqueta mago. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta mago. Mostrar todas las entradas

miércoles, 1 de julio de 2015

027 – El Juego del Gato y el Ratón – 2da. Parte


Entonces vino a por mí. Yo ya había tenido tiempo de actuar a mi favor. Vi la garra de la criatura venir raudamente contra mi cara, y no la esquivé, no quería hacerlo. Sentí sus uñas raspar mi carne desde la oreja al mentón, un corte que podría haberme costado la vida, o al menos dejarme desangrando muy malherido, pero lo único que logró fue enrojecer la zona. La mancha se dispersó por todo mi rostro hasta sólo quedar una marca apenas perceptible, como lo hacen las ondas de agua cuando arrojas una piedra al lago en calma.    
El Kaisharga me miró desconcertado, no entendía lo que había sucedido, sus garras debían haber desgarrado mi carne. Me moví un paso como si quisiera esquivar el siguiente ataque, pero él fue más rápido, y su garra izquierda rasgó mi estómago. Mi ropa se cortó como si hubiese utilizado dagas, pero mi estómago sólo mostró la misma mancha dispersándose.
Hice un corte desde arriba, pero la criatura movió ambas manos para detener mi ataque. Era justo lo que yo quería, pues no me servía de nada golpearlo todavía. Antes de llegar a golpear sus manos, detuve mi cimitarra y la hice girar alrededor de sus muñecas, giré sobre mi talón y agarré mi espada luego del segundo giro.

Señor Fibel, está lleno de sorpresas. Acepto que me ha sorprendido. – me dijo intentando recobrar su temperamento calmado, aunque yo sabía que ya había tocado su orgullo y de ese punto es muy difícil volver, aún para una criatura tan anciana como esta.
Debería saber muy bien que subestimar a sus enemigos, es perjudicial para usted. – respondí con la clara intención de alterarlo. Sus ojos se achicaron y apretó sus mandíbulas. Lo había logrado.   
La criatura se quitó el manto aun ardiendo y lo dejó caer a un costado. Sus brazos se vieron aún más delgados y desproporcionadamente largos.       
Aproveché esos segundos de descanso para concentrarme y proteger mi cuerpo. Los magos suelen utilizar ataques elementales, y ya me estaba extrañando que el Señor Mago sólo había creado una bola de fuego.

Vi a Ben levantarse lentamente apoyándose de lo que encontraba a mano, mientras escupía un poco de sangre. El no-muerto también lo notó, aunque lo tenía a sus espaldas. Tenía que recuperar su atención, así que estiré mi mano concentré mi mente en su pecho. Este movimiento captó su atención y sentí que la energía que había acumulado iba siendo consumida por algún tipo de protección y no pude conseguir hacerle daño.           
Ben ya estaba parado en posición de ataque nuevamente. Esta vez no podía pasarle mi espada, yo la necesitaba. Lo miré por un segundo, porque su postura era distinta; más seria. Sus ojos cerrados. La espada recta con la punta hacia arriba, y el filo hacia el frente; ambas manos apretando el pomo con firmeza. Sus ojos se abrieron de repente y sentí la energía que emitía mientras embestía a la criatura. Se detuvo a un paso de distancia gritando – ¡¡KIAI!! – y su ataque, perfecto nuevamente cortó el costado derecho del Kaisharga que no lo había podido esquivar, y evidentemente, tampoco le había importado hacerlo. Su desdén le costó caro, pues esta vez la espada fue muy efectiva. Había sido algún tipo de descarga psíquica, aunque no creo que él supiese que es lo que había hecho.

El no-muerto, se quejó tomándose las costillas con su diestra. Giró y me acertó un revés con la zurda, que me arrojó contra la mesa circular en el centro de la habitación; se partió en dos al instante. Al golpe lo sentí en varios lugares de mi cuerpo, pero no tuve que mirar para saber que había absorbido el daño como los dos anteriores.

La criatura atacó dos veces seguidas a Ben, rasgando el aire de izquierda a derecha y luego en la dirección opuesta. Ben, esquivó ambos ataques con gran destreza y respondió cortando con su espada a la altura de las piernas; aunque esta vez pareció no afectarle.
Salté el sofá apoyando sólo una mano y corrí hacia el Kaisharga mientras arrojaba con mi mente el televisor que había quedado pantalla abajo detrás de Ben.
La criatura movió sus manos mientras una descarga eléctrica salía de sus dedos en mi dirección. – Tírate a un lado, Ben – grite un segundo antes que el sonido del trueno cubriera el silencio de la cuadra. El rayo alcanzó a Benjamín a la altura del muslo cuando se había arrojado hacia un costado, quemándole la piel y el músculo. Yo no lo esquivé y sentí la electricidad golpear mi cuerpo; quería apuntar bien con el televisor pero al lanzarlo, rebotó inofensivo contra una barrera invisible enfrente del Señor Mago. La pared y los cuadros a mis espaldas quedaron encendidos en fuego por unos cuantos segundos. Mi cuerpo comenzó a brillar tenuemente, para despedir la energía absorbida.

Pancután ya había vuelto en sí, lo vi de reojo trayendo a rastras las frazadas que habían estado cubriendo la cama. Y me lo imaginé en la Arena de Draj, con un exuberante casco de gladiador. Debo reconocer que tiene estilo. Y sonreí.      
El Kaisharga me miró con mirada severa, pero su cuerpo se cubrió por completo cuando Pancután le arrojó la frazada encima, como si fuese una red. – Ahora sí te tengo, bicho – su lanzallamas encendió el cuerpo de la criatura desde los pies hacia arriba. Pancután reía como desquiciado.     
¡¡ABRAN LA PUERTA!! ES LA POLICIA. – Se escuchó el grito desde el pasillo.           
Es ahora… – dijo Ben. Y su mirada se llenó de preocupación, vi la misma mirada en el rostro de su amigo. – La ventana del balcón – continuó. En ese momento las frazadas cayeron al suelo y ambos pistoleros apuntaron sus armas hacia la ventana de cristal. De alguna forma, Ben sabía que iba a suceder en aquel momento.
Las balas perforaron el vidrio oscuro y las astillas comenzaron a caer dejando ver la silueta de la criatura contra el sol serrano. A través del hueco en el ventanal, vimos que una nube cubrió el balcón. Era evidente que la criatura no soportaba mucho tiempo la luz del Sol.

Ben y Pancután siguieron disparando en vano contra la criatura, mientras los golpes en la puerta eran ya evidentes. La iban a derribar en cualquier momento.
Corrí hacia el ventanal y la criatura paró en seco mi carga saliendo de la nube unos pasos más adelantado de lo esperado; sentí los músculos del estómago contraerse y mi cara recibió el siguiente ataque. Caí a los pies de Pancután.
La criatura extendió su mano abierta hacia Ben y lo vi tomarse el pecho con sus dos manos. Su cara reflejaba un dolor terrible. Los huesos de su pecho crujieron.

Cuando te despertés, llamame. O al jefe. Te vamos a esperar, loco… – dijo Pancután. Ben sólo lo miró y su pecho se abrió en dos. La sangre regó el piso. – ¡Qué hacés ahí tirado, Quike… atacá! – escuché la voz de mi amigo Cook. Vi la cara del Kaisharga regodearse con la muerte del joven Ben. Me levanté de un salto con la espada en mi derecha, bien apretada. La criatura me vio venir y colocó ambas manos hacia adelante, brillaron por un instante y una llamarada tan intensa como la escupida por el arma de Pancután, me bañó por completo. No me importó en absoluto. Mi cuerpo siguió brillando ahora más intensamente. Aparté uno de sus brazos con mi mano izquierda y giré levemente el cuerpo para que mi cimitarra se colase por el centro. Las marcas de los golpes que había recibido se movieron raudamente hacia mi brazo derecho, y acumulé la energía para impulsar la espada con mucha más fuerza que cualquiera.

El tajo fue de abajo hacia arriba y el cuerpo de la criatura se partió en dos desde el estómago al hombro izquierdo. El impulso lo hizo caer por el balcón hacia la calle desierta. Lo seguí con la mirada porque sabía que no lo iba a destruir con ese sólo ataque. Nunca tocó el suelo. Desapareció antes de llegar a la planta baja. 
La nube se disipó en ese momento. La puerta de la habitación cayó con un gran estrepito y vi un par de policías armados entrar en la habitación. Pancután ya había guardado sus armas y estaba al lado del cuerpo de Ben. Toqué a ambos y desaparecimos del lugar.


Uno más había caído por culpa de ese maldito libro.

Sígueme en Twitter @MirkoemirR. Los comentarios son más que bienvenidos :) 

miércoles, 24 de junio de 2015

026 – El Juego del Gato y el Ratón


No hay una forma simple de explicar cómo o qué son, este tipo de criaturas, y en ese momento pensé por un instante en la sanidad mental de mis compañeros.
Miré a Pancután y vi una gota de sudor seguir la línea de la patilla hasta su mentón, un poco menos prominente que su nariz. Aun así, no se le movía un músculo.

El Señor Mago, es uno de los más poderosos Kaisharga de mis tierras. Psíquico y mago al mismo tiempo, su presencia aterra a cualquiera que lo vea. Benjamín y Pancután sintieron esa fuerza emanar de la criatura y vi el esfuerzo que estaban haciendo para superar ese miedo.
La criatura se retiró la capucha un poco hacia atrás para dar más dramatismo a la escena. Su rostro era pálido, un poco arrugado, de cabello desgreñado y oscuro, pero no me pareció de apariencia sobrenatural, salvo por su boca un poco deforme.    
Pasó su mano delgada y casi huesuda por frente de su cara y quitó un velo ilusorio que escondía su apariencia real. 
La temperatura de la habitación bajó drásticamente. El espejo en un costado se empañó y los muebles se llenaron de escarcha.         
Su piel reseca y llena de moretones por varios lugares, le daban un aspecto grotesco pero impactante. Sus ojos hundidos  en sus cuencas, completamente negros, salvo por una pequeña pupila amarilla. La boca sin labios, permitía ver claramente una fila puntiaguda de dientes manchados.

Me da gusto que hayan venido a entretenerme, Señores... – dijo con esa voz carrasposa, y pausada, como marcando cada palabra. –… odien a su compañero, que los ha arrastrado a las garras de la Muerte – continuó mientras me señalaba con su huesudo dedo índice. Se relamió los dientes deformes.

Turum, turum… turum, turum, turum. Turum, turuuum. – escuché tararear a Pancután. Y no pude evitar sonreír con la ocurrencia. – Bue! Estoy nervioso – se excusó. Al no-muerto no le agradó nada que lo sacara de su contexto del malo peligroso.

Elevó su mano izquierda a la altura de su hombro haciendo un dibujo en el aire, sin dejar de señalarme con la derecha. -… porque si me deshago de él ahora, ustedes serían alimento para más tarde. Ya me ha cansado la dieta insulsa de animales cocidos que me dan en este hotel – continuó. Y un segundo después agitó su dedo índice, y una pequeña nube verde apareció alrededor de su uña. Conozco el hechizo, ya me lo han lanzado en el pasado, y sé muy bien que si me toca con eso, no contaría un nuevo cuento, así que mi reacción fue instintiva. Deslicé mi mano de lado a lado y frente de mí el aire fue cortado por una barrera invisible.
Aunque no estaba seguro si mi barrera me protegería realmente del conjuro, decidí zambullirme detrás de un sillón a un par de metros delante de mí, y vi las maderas de la escalera de la entrada, pudrirse al ser golpeadas por el hechizo.

Pancután sacó su subfusil al momento que tarareaba a viva voz – ¡Naana nana nanaaa-a-a narana nana! – su ojo derecho se achicó como si hiciese foco, pero ni siquiera apuntó cuando abrió fuego contra la criatura. Las balas deformaron la mesa de madera enfrente del no-muerto, algunas le dieron de lleno en el ropaje oscuro y pesado que vestía. Pero no pareció afectarle.

Cuando me enderecé para mirar nuevamente la escena, ya Benjamín había corrido con su espada japonesa sujeta con ambas manos e hizo un corte perfecto de arriba a abajo y derecha a izquierda, pero lo único que logró cortar fue parte del manto.

No podrás hacerle daño con un arma normal, necesitas armas especiales para eso – grité, y lamenté un poco mi descuido. Algo que nos podría costar la vida. Saqué mi cimitarra de la pequeña bolsa de cuero y estaba a punto de lanzársela cuando vi al Señor Mago mover su mano circularmente en dirección a Ben, y el cuerpo del muchacho siguió el movimiento que había dibujado la criatura, girando 360º en el aire. Otro ademán con la mano y lo tiró contra el televisor colgado en la pared. Ambos se desplomaron al piso.

Quike, está muy frío acá, los huesos me duelen. Nos vendría bien un poco de calor – dijo Pancután mientras sacaba una pistola casera bastante extraña. Acomodó una manguera que salía de la culata del arma y se metía en su mochila, presionó un pequeño botón rojo en un costado del caño y una chispa encendió el lanzallamas. Una sonrisa pícara se dibujó en su rostro.

El Kaisharga se anticipó al movimiento. Dibujó algo en el aire y agitó ambas manos hacia atrás y luego hacia adelante, y señalando en ese movimiento el lugar donde Pancután estaba parado. Reaccioné justo a tiempo, me imaginé un escape que nos alejara de la zona del impacto, apoyé mi mano en la pared más cercana y tomé a Pancután del brazo. Una puerta acuosa apareció al extremo de mi mano. Otra puerta se abrió en la pared detrás de la criatura al otro lado de la habitación. Sin demora entré por la primera arrastrando a Pancután conmigo, y salí inmediatamente por la segunda. Vi la bola de fuego explotar contra la escalera donde habíamos estado parados un segundo antes. Pancután no se dio cuenta de lo que había sucedido, o tal vez sí, y no le importó. Presionó el largo gatillo de su arma y un chorro continuo de fuego bañó al no-muerto por la espalda.

Su piel se chamuscó levemente, pero hizo enfadar a la criatura que giró para enfrentarnos. Hizo los pasos necesarios para llegar hasta Pancután que aún mantenía el gatillo del lanzallamas apretado con todas sus fuerzas. El Kaisharga continuó avanzando. Alzó su mano derecha y con un revés, que dio en las mandíbulas de mi compañero, lo lanzó por los aires hasta golpear contra una cajonera al lado del espejo de pared. El golpe le abrió una herida en la ceja izquierda, de la cual comenzó a emanar mucha sangre. El lanzallamas encendió las maderas de la cajonera rota y el piso de machimbre.  
Entonces vino a por mí… 

Es mi intensión mantener este ritmo de post. Como todo, es cuestión de práctica y ganas. Síganme en Twitter @MirkoemirR.

miércoles, 17 de junio de 2015

025 - La Mejor Defensa ...

El Sol Oscuro estaba particularmente fuerte en esa tarde. Habíamos marchado rato largo, pues teníamos que llegar a Urik lo antes posible. La guerra estaba en puerta.
¡Tenemos que luchar con todas nuestras fuerzas hermanos Etarras! – se escuchaban los gritos de mi querido amigo Cook Tutan. – ¡Hoy pondremos fin a la tiranía de otro Rey Hechicero! ¡Y si no es así, sufrirá nuestros embates cada vez que nos levantemos de nuestra tumba, hasta conseguir nuestro objetivo! – los gritos animados, de los enanos se oían claramente en las planicies. Sin recelo de nada, pues eran un millar.

Yo sólo quería llegar a Urik. La marcha había sido forzada desde hacía casi tres días cuando salimos del último oasis y aunque el sol me alimentaba, me animaba más la idea de una tienda dónde descansar al menos un par de horas. – Aún nos quedan varias horas de viaje para el anochecer, deberíamos hacer una parada táctica, al menos para tomar un trago de “miel de kank” – dijo Adunaphel. Cook sólo lo miró por sobre el hombro. Yo sabía que el elfo lo había hecho sólo para enfadarlo.



Sara iba a mi lado. Callada. Creo que ella sabía que aquel día iba a morir. Quizás lo presentía.
Luego vi la mirada perversa y la sonrisa cruel en la boca del Dragón. El cráter de arena cristalizada a unos metros de mí. Los lamentos de los enanos por el tremendo dolor causado solamente con la presencia de la bestia. Mi grito perdiéndose en el páramo.  ¡¡SARA!!

Desperté intranquilo, pero sentí la mano de Jimena en mi pecho y volví a recostarme, ella me abrazó. Miré por la ventana hacia afuera y aún no había amanecido.          
Me dio un beso tímido, y acomodó su cabeza en mi brazo. Sé que la primera excusa había sido que no quería dejarla sola. Sobre todo cuando aquel tipo ya había estado dentro de su cabeza. Ahora le iba a ser muy sencillo crear un enlace con ella y no me quiero imaginar las cosas que podría hacerle. Pero siendo sincero, había querido estar con ella desde hacía mucho tiempo. 
Su torso se movía tranquilamente. Es evidente que confía en mí.

Luego de un rato y con los ojos aún entrecerrados, sentí el Sol entrar por la ventana. Ya sabía que tenía que hacer. Jimena necesitaba algo que la protegiese todo el tiempo, y era justamente lo que iba a regalarle.

Le hubiese comprado un collar, pero eso me hubiese llevado toda la mañana, o incluso más. Además yo sabía que ella guardaba un collar que había sido de sus padres. Le expliqué que ponerle ahí una de mis protecciones me tomaría tiempo, y en ese tiempo no podría hacer otra cosa. En ese tiempo, ambos, corríamos peligro.      
- ¿No sería más prudente esperar unos días? – me preguntó. Ya había pensado en ese punto, pero para eso necesitaría músculos que me ayuden.        
Si el enemigo es el monstruo que me han dicho que es, yo sólo estaría mucha desventaja. - Espero que Pancután o Benjamín estén en la ciudad, pero juzgando por lo que me dijeron la última vez que los vi, no espero encontrarlos. – pensé, creo en voz alta, porque Jimena me miró extrañada.

- Sí, seguramente sería prudente esperar, pero si lo que tengo pensado resulta, nos puede dar una ventaja y un tiempo para actuar libremente.   
Mi celular sonó inesperadamente y no me extrañó que fuese desde un número bloqueado. Respondí con un poco de recelo, pero me dio gusto escuchar la tonada marcada de Pancután. – Quike, nos dijeron que tuviste problemas ayer. ¿Cómo andás? – hice una pequeña sonrisa para que Jimena se tranquilice. – Necesito su ayuda – respondí.      
La risa fue tan audible que tuve que alejar el teléfono del oído. – Abrí la puerta. Te estábamos vigilando desde anoche. ¡Buen espectáculo! – no quise indagar mucho más.

Allí estaban. Benjamín hizo un saludo con la mano y ambos entraron sin esperar invitación.
- Estuvimos buscando información sobre el tipo que nos atacó. No conseguimos mucho, pero sí sabemos que está en contacto con un tal Eusebio Suarez, alias el gringo. Un conocido traficante que está en la Prisión de Bouwer desde hace más de 5 años. Este tipo hizo varios trabajos para gente pesada, pesada, pero aparentemente es apadrinado por alguien a quien llaman El Muerto. – dijo Benjamín pausadamente. Me miró unos segundos, creo para ver mi reacción. Aunque a veces creo que puede ver el aura a mí alrededor. Pero veo que no le sorprende nada.         
- ¿Te suena? – los miré antes de responder. – En mi tierra le llamamos Kaisharga. Y se podría considerar un Muerto Vivo. – esperé. Pero los tipos son profesionales, y por lo visto han visto cosas que van más allá del entendimiento normal de la gente. – No sé cuál de ellos es este, pero cualquiera sea, es muy peligroso. Y les soy sincero, no tengo ganas de ser el objetivo de este tipo. –

Pancután se sentó en el sillón, cruzó la pierna mostrando sutilmente su arma en la sobaquera. Su ojo derecho casi cerrado. – ¿Qué vas a hacer? Porque me imagino que ya tenés un plan… - mi señal con la cabeza fue afirmativa. - … y los necesito. -           
Ambos sonrieron como si hubiesen estado esperando esto. No sé qué tan buena idea sería el incluirlos, pero no tengo a nadie más por el momento.

Les expliqué brevemente el plan y qué necesitaba de ellos. Afirmaron al unísono.

Bajé mis defensas mentales y fue como la mejor carnada para el viejo pez gato. Aquél de la película.
Habían pasado unos minutos, y Jimena se dispuso a hacer el desayuno para todos, cuando sentí la figura oscura llenar la habitación. Todos quedaron paralizados. Vi la taza caer de las manos de Jimena, pero en mi caso es difícil influenciarme, aún sin mis defensas.
Me sorprendió un poco, ver que Benjamín se liberase de aquella opresión unos segundos después. Sin perder más tiempo, miré hacia mi interior y observé el lugar donde estaba.

Me costó unos segundos el localizar algún punto de referencia. Una habitación grande y oscura, con dos ventanales cubiertos o pintados de oscuro, una cama grande, y una mesa pequeña de algarrobo en un costado, pequeñas escalinatas desde la puerta hacia el interior de la habitación. El olor era penetrante, como el de sahumerios de pachuli. Vi un enorme tigre oscuro formarse como de humo en el centro de la habitación y saltar sobre mí, pero mi cuerpo se movió casi por instinto y no logró acertar el golpe. - Todo está en mi cabeza, y nunca me ha fallado. No lo hará ahora –

El tiempo corría y escuché a Benjamín decir – se nos termina el tiempo, el narigón no va a durar mucho y tu mujer… bueno, ella está bien – puedo aguantar la presión, pero no sabría decir qué tanto podrían aguantar ellos.

La puerta de entrada, tiene un cartel colgado, pero no podía distinguir las letras desde donde estaba. Sentí un zarpazo penetrar en la carne de mi pecho. Apreté los dientes y agudicé la vista: Gran Tomaso Di Sa… - ¡Ya sé dónde está! – abrí los ojos, y sin concentrarme demasiado protegí a todos en la habitación con mi bastión mental. Pancután y Jimena respiraron nuevamente. Vi el tigre chocar contra la pared invisible a nuestro alrededor. – Ya volvemos… - dije en dirección a Jimena, y no le di tiempo a objetar. Tomé a Pancután y Benjamín por los hombros y desaparecí de ahí.

Habitación 312 en el famoso Hotel de ciudad de La Falda. Por fin podía verlo en carne y huesos.
- Buenos días Señor Mago – le dije en el idioma de Draj. El tipo hizo una mueca con su boca malformada. Sabía que no lo había engañado. Había jugado mi juego todo este tiempo, porque quería tenerme enfrente.

(Las fotos que aquí se muestran, son de mi autoría. No utilizarlas sin mi expreso consentimiento)
Por ahora voy cumpliendo, jajaja. Espero que les guste. Dejen sus comentario. Prometo que se pone mejor :) ... Puedes seguirme en Twitter @MirkoemirR.