martes, 12 de diciembre de 2006

008 - Pasado: La Niñez

Creo que esta historia la he contado en el pasado. Recuerdo habérsela contado a Sara en una ocasión. Cierro los ojos para ver nuevamente la hermosura que caracterizaba a Sara, en aquella mañana clara de Tyr. Tratar de recordarla me alivia el corazón, aunque más no sea por unos momentos.

La veo caminando por su habitación vestida solamente con su pulsera verde. Se coloca una túnica fina, antes de sentarse a mi lado en su cómoda cama.

Todo aquello me parecía irreal, como si fuese un sueño que podría terminar en cualquier momento y despertar en la maloliente celda del foso de esclavos, esperando mi turno para mi próximo combate en la arena de Draj. Aquél día ella quiso saber sobre mi familia.

“No sé Sara, no recuerdo mucho de ellos. Fue mi primer respuesta, aunque luego seguí contando lo mismo que te contaré ahora”.

Nací en una Ciudad Estado llamada Draj, en una tierra muy lejana. No sé donde ubicarla, pero solo sé que no es en este mundo. Fui vendido como esclavo, cuando era muy pequeño a un funcionario de esa ciudad. Amagone, era el nombre del infame, un Templario de poco rango pero típicamente burocrático y avaro.

A veces puedo sentir sus latigazos en mi espalda, y en esos momentos me gustaría ser yo quién hubiese acabado con su patética vida, pero el destino no quiso que fuese así. Cuando tenía unos nueve o diez años, todavía no sabía nada sobre poderes mentales, aunque mi voluntad era fuerte. Una mañana el hambre me llevó a cortar una manzana de un árbol que estaba desde hacía mucho tiempo en el patio central de la estancia, sabiendo de antemano que si me descubrían, seguramente me costaría la vida. Uno de los criados, uno de esos pagados, me vio por casualidad desde la ventana de la cocina y de inmediato el Señor de la casa se enteró de lo sucedido.

Unos minutos después estaba colgado de mis brazos en ese mismo árbol, casi suspendido en el aire. El patio fue ocupado por todos los criados y esclavos de Amagone para mostrarles la lección de mi insolencia. Al verlo venir hacia mí con un látigo en sus manos un coraje brotó desde mis entrañas y por primera vez sentí una sensación extraña recorrer todo mi cuerpo. No sé como describir la cara de desesperación que tenía el infeliz al ver que ninguno de sus golpes me afectaba en absoluto.

Una de las criadas me miró para que cortara mi actitud, y me di cuenta que si seguía haciéndolo, solo lograría enfureciéndolo. La mujer ya había visto lo que su amo podía hacer cuando se ensañaba contra de un esclavo y solo aflojé el cuerpo. Creo que fue la paliza que más me ha dolido en toda mi vida.

Tenía unos doce años, cuando me dijeron que mi amo tenía una extraña enfermedad que había contraído tiempo atrás en uno de sus viajes. Nunca se hizo tratar, creo que por avaricia más que todo. Ofrecía muy poco dinero al que fuese capaz de sanarle, pero día a día las llagas era mas visibles. Pero contactó un tipo extraño, un “profanador” o mago oscuro, como quieras llamarle, y este le dio la solución. Le informó de algo que ni siquiera yo sabía, y era que yo poseía la habilidad de absorber las enfermedades.

No logró obligarme a usar mi poder, aunque utilizó varias formas de flagelos. Una mañana vi entrar a mi madre a donde me tenían recluido; me contó que mi hermano mayor había contraído deudas con mi amo y éste quería que yo pagara por la mitad de esa deuda. Mi madre, era una de las personas por las que hubiese muerto, y eso es lo que hice. Para que veas su deuda sería tan poco como 10.000 pesos ley, o menos; y si yo no accedía, entonces de seguro mi madre y mis hermanos deberían ser vendidos como esclavos. No lo hice por mis hermanos, si no por ella.

En el cuarto de aquel infeliz, toda su familia me estaba esperando y podía sentir sus miradas quemando mi piel. Apoyé mis manos en su pecho y solo pensé en que se terminara pronto. Por un segundo pensé que mis hermanos me lo agradecerían, creo que solo un niño pensaría así antes de morir.

El dolor me volvió a la dura realidad. Era un dolor que nunca antes había experimentado y no me gustaría volver a sentir. Vi mis brazos todos cubiertos de ampollas, mis heridas del pecho supurar un asqueroso y viscoso humor y el cuerpo de aquel bastardo recuperando su salud, mientras yo moría en el acto.

Creyeron que estaba muerto, y de alguna forma tenían razón. Mi cuerpo ya no servía para los trabajos de la casa y fui vendido nuevamente. Yo no sé como sobreviví, lo único que recuerdo es que desperté en una celda de la arena de gladiadores de la ciudad.

Ahí un gladiador, famoso por su infamia me enseño los primeros pasos para la práctica de la psiónica, el uso de poderes mentales, o como lo llaman en mi tierra, El Sendero. Este gladiador de nombre Alfrodo, me enseño como despertar poco a poco los poderes que tenía dormidos en mí. Aunque él murió poco tiempo después en manos de otro gladiador en esa misma arena. Luego me relacioné con un tipo muy frío al que llamaban Trugran Encantador de Serpientes, y fue él quien me enseñó como utilizar la cimitarra. De relacionarme con él y sus criaturas, comencé a tener una actitud mucho más dura frente a todo y eso me hizo sobrevivir en la arena. Aunque él tuvo el mismo destino que mi primer maestro, y murió a manos de una gladiadora de nombre Ular Lael, que por cierto era muy fuerte.

Cuando tenía unos 18 años de edad y varias batallas en la arena, que había sobrevivido gracias a mi fuerza y resistencia; el maestro de la arena decidió llevarnos a una ciudad muy al sur para competir para la reina de ese lugar.

Habíamos llegado a la mitad del trayecto cuando escuchamos explosiones en los primeros carros de la caravana y luego en los más cercanos. Vimos arder repentinamente varios de los vagones y finalmente una explosión destruyó parte de nuestro carro y pudimos escapar. Ese día realmente fui la persona más feliz del mundo, solo tomé una cimitarra de uno de los cajones y corrí desesperadamente hacia una pequeña montaña. Ahí me reuní con tres compañeros y comenzamos a caminar hacia Tyr, la única ciudad libre que conocíamos.

Aparté unas ramas y pude ver con agrado las luces de la estación de servicios y el parador. “Creo que ya hemos llegado, Francisco”. Las mujeres nos habían seguido en silencio, quizás escuchando todo lo que había contado, aunque parecían sumergidas en sus propias penas.

“En serio que es difícil de creer en esa historia. ¿Y si nació y creció en ese lugar que dice, cómo hizo para llegar hasta acá?” lo miré con cara compasiva, después de todo no pensaba que me creería. “Quizás mas adelante te cuente más, si así quieres”.


~ Próxima entrega 16 de diciembre del 2006 ~


8 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno y muy corto XD!!!

Dhago dijo...

Buenisimo, ahora va tomando un poco de sentido y voy entendiendo más, nada como un buen background para hacer entender la historia que estas relatando. Congrats

Ruben dijo...

Muy bueno. Esta groso que uno vaya conociendo de a poco al personaje, se evitan preconceptos. Ademas, a veces pasa que el pasado del personaje difiere mucho con el presente, y se crea una imagen conflictiva para el lector. Lo mejor es ir llevandolo de a poco.

Unknown dijo...

Quiero más... Esperaremos la próxima... Veremos que nos depara elpróximo encuentro...

Tao dijo...

Clap clap...

ta bueno che. Yo ahora sigo con lo mio mientras q leo lo tuyo y me entretengo.

TYR dijo...

TYR ahhh que bellos recuerdos, muy acertadamente los habitantes de las arenas pusieron el nombre, mi nombre... el patrono de la justicia a esta ciudad.

espero leer mas...nos vemos.


TYR

Vanity dijo...

Espectacular!!! muy buena mirkote!!! definitivamente muy buena.

Dm-Mafioso dijo...

as usual, con la calidad que lo caracteriza.
Muy bueno!