martes, 30 de enero de 2007

017 - La Cacería - 2da Parte

Es una noche sin luna, por lo que nuestro camino solo está alumbrado por las linternas y la poca luz de las estrellas. Rodrigo se pegó a los pantalones de su padre, y no quiso caminar al lado de su tío. Tenía razón, había algo siniestro en este hombre, no era que sintiese poder en él, sino que había algo que te crispaba los nervios de verlo con un arma en sus manos.

“Vamos por este lado” indicó Alejandro eligiendo un lugar al azar entre unas plantas. Escuchamos los ladridos de los perros en la casa de la lomada. Miguel levantó su rifle y disparó en esa dirección, riendo a carcajadas.

“¿Vos estás loco o qué te pasa?” Lo reprendió Raúl “¿No ves que podés matar a alguien?” el pequeño Rodrigo se escondió detrás de su padre. “No hagás idioteces o ya mismo nos volvemos” prosiguió, mientras sus primos se reían. Cuando vieron la cara seria de Raúl, se compusieron, Miguel carraspeó “Está bien, quedate tranquilo. Sigamos” respondió todavía con una sonrisa que no me gustó en su rostro.

Recorrimos el campo durante un poco más de una hora, pero no encontramos ningún animal. El campo estaba vacío y los dos hombres comenzaron a desesperarse. “¿Qué pasó con las vizcachas?” Preguntaba a cada rato Alejandro “generalmente no se asustan así, pareciera que supieran que estamos acá” protestó Miguel. Con cada minuto que pasaba la noche iba haciéndose más y más oscura y aún así los animales no aparecían por ningún lado, solo podíamos escuchar los perros ladrando unas cuantas lomas al oriente. Yo comencé a sentir satisfacción con cada paso que caminábamos, con cada hoyo que exploraban sin éxito en su búsqueda.

Rodrigo comenzó a tambalearse y sus ojos ya le pesaban. Habíamos caminado por tres horas seguidas en medio de la oscuridad y el niño ya lo estaba sintiendo. Lo subí en mis hombros y no tardó en dormirse apoyado en mi cabeza. Raúl caminaba en silencio a mi lado, y Miguel exploraba el terreno unos diez metros hacia nuestra izquierda, mientras Alejandro lo hacía a unos veinte metros hacia nuestra derecha. Podía escuchar los insultos que rezaban cada vez que llegaban a una madriguera y no encontraban nada.

Me detuve porque algo me dijo que había alguien o algo siguiéndonos. “¿Qué sucede?” me preguntó en voz baja Raúl. Lo escuché pero no respondí. Entorné los ojos y brillaron tenuemente en la oscuridad. Puse mi mano sobre ellos como si lo hiciera para cubrirlos de la luz, pero en realidad fue para que Raúl no viese el tinte rojo en mis pupilas, vi algo con forma humana moverse a una velocidad increíble; pasó ante mis ojos sensibles al calor, como a unos quince metros, pero no pude seguirla hasta que se perdió detrás de un montículo de piedras. “¿Qué sucede Quike?” Me preguntó nuevamente, su voz tenía un dejo de preocupación. “¿Crees en brujas y monstruos?” le pregunté con toda seriedad. Enseguida, pude ver varias manchas de calor aparecer entre los arbustos altos en esa misma dirección, sus formas se definieron al acercarse, eran mas o menos una docena de perros de varios tamaños y momentos después comenzamos a escuchar sus gruñidos dispersos en la oscuridad, yo podía verlos perfectamente. Miré a Raúl, mis ojos evidentemente lo asustaron. “Estamos en problemas. Tienes que llevarte a Rodrigo de acá” le dije, pero veía que su rostro estaba pálido, falto de sangre “¡¡Hey!! ¡Reaccioná!” lo sacudí de los hombros y vi sus ojos clavados en mí “Luego te explico esto, pero ahora tienes que llevarte a Rodrigo y maneja directo a tu casa, si puedes encerarte. Hazlo. Yo voy después” estaba diciendo esto, cuando escuchamos un grito de Alejandro, su linterna dejó de alumbrar. No supe que hacer, no quería dejar a Raúl con el niño ahí, pero él al escuchar el grito comenzó a correr hacia donde estaba su primo. “Impulsivo” fue mi pensamiento. Vi la luz de la linterna de Miguel dirigirse hacia donde estábamos, el rastro de luz no me permitía verlo claramente, pero tuve la sensación que alguien lo venía persiguiendo. Volví la cabeza hacia la dirección en que Raúl iba corriendo y para huir de la luz de la linterna que me estaba lastimando los ojos. Cuando pude distinguir nuevamente las rocas y plantas en el suelo, corrí hacia donde estaba y vi a Raúl tirado al lado del cuerpo de su primo, su garganta estaba desgarrada, y su rostro mostraba el horror de lo último que había visto.

Nos quedamos unos segundos mirándolo, Miguel llegó en ese momento.

Me retiré un metro del lugar y comencé a buscar en la oscuridad. Sabía que la criatura todavía estaba ahí y aún no tenía idea de que era.

Escuché los ladridos de los perros que se acercaban a cada segundo. No quería quedarme ahí esperando que esos animales nos atacaran. “Quédense acá” dije con tono seguro, aunque no sé si me escucharon.

Si fueron los perros quienes atacaron a Alejandro, entonces me extrañaba que no hubiesen estado junto al cuerpo cuando llegamos. Tenía que ser otra criatura.

Casi instintivamente metí mi mano en el bolsillo trasero y saqué mi bolsa de cuero. Caminé decidido, llamando con mi mente a la criatura, aunque solo lo hacía para proteger a Raúl y Rodrigo, si debía ser sincero conmigo mismo, Miguel debió caer en lugar de Alejandro. Pero suelen decir que uno tiene lo que se merece. Creo que eso es errado en casi todas las ocasiones.

Había caminado unos veinte metros del lugar cuando escuché el grito de Rodrigo y Raúl, era desesperado. Luego un disparo y más gritos. Corrí de regreso, vi a los tres rodeados de perros. Uno de los más grandes yacía en el suelo, su cuerpo aún caliente. La luz alumbró directamente en mi dirección, mis ojos se cegaron y sentí un disparo; un segundo después, el dolor agudo de una bala entre mis costillas. Caí al suelo, no podía respirar. Cerré los ojos, se necesita más que una bala para matarme, pensé e intenté levantarme, mucha sangre salía por la herida. Miguel metió su mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó una granada de humo. “¡Qué hace este tipo con eso!” la arrojó entre ellos y el lugar se cubrió de humo, pateó uno de los cachorros que estaba en su camino y corrieron hacia donde yo estaba. Apoyó el caño en mi cabeza. “Así que la leyenda era cierta. Vos estás matando a los cazadores que vienen a la zona” yo no daba crédito a lo que me decía, no tenía idea de lo que hablaba. “Tus ojos ya no son rojos” siguió. “¿Qué clase de monstruo sos?” Yo solo me sostenía el estómago, sabía que si seguía sangrando no podría zafar de esta, pero no quería mostrar nada a Raúl y al niño, no en estas circunstancias.

“Tío, él no es el dueño de los perros. Son de la bruja” dijo Rodrigo, y lo miré con algo de alivio, por lo menos alguien todavía creía en mí. Miguel miró al niño “Raúl llevate a Rodrigo, este se muere acá y no quiero que el niño lo vea” le ordenó y me pareció increíble ver como Raúl obedecía cada palabra. Levantó al niño en brazos y cuando se movió los perros gruñeron a su alrededor.

“Viniste a cazarme a mí y ahora matas a otra gente” dijo una voz de mujer entre los animales. Su voz era ronca, casi gutural. Miré en esa dirección al tiempo que comenzaba a sanar mi herida. Detrás de los animales que gruñían amenazantes estaba parada una mujer, su cara redonda una boca prominente, sin cabellos en su cabeza, sin cejas, sus ojos brillaban con el mismo rojo que mis ojos cuando quiero ver en la oscuridad. Su altura no pasaba el metro veinte, pero su cuerpo era prominente hacia los costados, sus brazos casi llegaban a sus rodillas, sus manos estaban deformadas en grandes garras y una de ellas todavía tenía sangre de su última víctima. Reconocí a una enana de mis tierras y obviamente usaba el Sendero para modificar sus manos.

“¡La bruja!” Gritaron Rodrigo y su padre. Miguel le apuntó directamente y disparó, pero la mujer enana fue más rápida. Zigzagueó dos veces y Miguel solo disparó para intentar atinarle, cuando la mujer cayó sobre él con sus garras apuntadas a su garganta.

No sé por qué lo hice, pero me levanté con una celeridad aún mayor y lo aparté del camino. Miguel cayó un metro hacia un costado y vi las garras de la mujer querer cortarme en ese instante, pero logré esquivarlas, y cayó a mi costado con cara de extrañada. “Cazas a los cazadores” dije casi en su oído, en su propio idioma. Sus ojos se iluminaron con furia “Esta vez enviaron a alguien que sabe mi idioma” me respondió pero yo no dije más nada.

Vi a Miguel levantar su arma nuevamente, la mujer dio un salto hacia atrás y vi el caño del arma encenderse en llamas, como si hubiese estado expuesto a mucho calor. La mujer podía usar el sendero en muchas formas. El caño se derritió y la mujer cayó al suelo respirando mal. Miguel dejó caer su arma que de a poco recuperaba su temperatura normal. Intentó sacar su puñal de la cintura pero mi mirada fue terrible y titubeó “No lo haga, ella está anciana ahora, incluso para su raza” la mujer me miró, su visión había perdido el brillo de la juventud y la fuerza; y usar el sendero la debilitó al extremo. Se recostó con su cara hacia arriba, sus perros se llegaron lentamente, como en un ritual. El más pequeño le lamió la cara y ella le acarició la cabeza, cerró los ojos. “Solo quería vivir en paz, como en mi viejo Ledo y poder ver mis hermosas lunas nuevamente” sus palabras fueron decayendo de a poco “¿cumpliste con tu objetivo de vida, anciana?” Pregunté y ella solo sonrió “no te preocupes viajero, no volveré luego de mi partida”.

Un único aullido resonó en todo el lugar y sentí todas las plantas estremecerse. Ya no había vida en ella, pero podía sentirla en todas partes.

Al día siguiente me fui hasta su casa y sus perros me recibieron con una gran alegría. Cavé una tumba en el patio trasero de su pequeño jacal y ahí la enterré. Puse una piedra grande sobre ella y me quedé casi hasta la noche tallando con mi vista las runas en su lengua. “Ella quiso vivir siempre como en su Ledo”.

Raúl vino a buscarme en su camioneta, su primo se había marchado al mediodía y sinceramente yo no quería verlo. Él quería preguntarme muchas cosas, y una de esas era porque yo hablaba en ese idioma extraño. Podría haber mentido, pero nunca lo hago intencionalmente.

Por contar mi historia, me quedé en su casa una semana más y sé que seré bienvenido toda mi vida.


~ Próxima Entrega 3 de Febrero del 2007 ~

3 comentarios:

Anónimo dijo...

este creo sin duda es el episodio con mas terror que te a salido mir.
Eso si, el violador que se escapo, deberia haber muerto, ahunque todos sabemos que en la realidad son los que siempre se salvan de recibir su castigo

muy buena

mural

OoINUYUMIoO dijo...

x___X wohaa mirk kunn @w@ si ke le escribe con ganas n_n eso es bueno n_n!! psss lo afilio a mi blog XDD amm io le hice un bottoncitu weno ahi le dejo la url de mi blog n_n byee

http://mx.geocities.com/jeuro_pop_mix/

Unknown dijo...

Estuvo espectacular!!! Te Felicito Manito!!!