domingo, 11 de febrero de 2007

019 - 9 de Enero

Es verano y en estos días Córdoba está más húmeda que nunca; la lluvia cae con suavidad, pero constante y el brillo de la ciudad tiene un aspecto místico. En este último mes, he visto el comienzo de varios edificios nuevos en mi cuadra, y aquellas viejas casas altas están siendo reemplazadas de a poco por edificios de departamentos.

Mirando por la ventana, pienso cuando Alicia me preguntó sobre los momentos felices en mi vida, y que en aquél instante no supe que responder, porque pensándolo bien no he tenido muchos momentos felices. Los amigos, de a uno van partiendo y eso es algo bastante solitario. Pero mi objetivo principal siempre ha sido sobrevivir y mi tiempo en este mundo me mostró otra realidad, muy distinta a la de los páramos desérticos. ¿Acá, podría vivir para hacerme viejo? Como fue el caso de la anciana de Río Cuarto.

El timbre del teléfono me saca de mis pensamientos, y la mesa vibra. No reconozco el número en la pantalla, pero respondo. “Me imagino que no creyó que lo dejaríamos tranquilo, sabiendo lo que sabe” dijo la voz pausada de un hombre y me sonó conocida. Sé tantas cosas que no podría estar seguro quien lo insinúa, pero me imagino por el tono que serán los hombres que buscaban la investigación de Francisco. Me imagino que no se darán ni idea que mi vida no es tan simple como ellos piensan. “¿Está ahí? No me diga que me tiene miedo” dijo con un tono burlón. “Disculpá, pero no sé quién me habla” dije casi interrumpiéndolo. “Soy Benjamín Riali, nos conocimos en el mes de Agosto del año pasado, en Formosa” sentí que su sonrisa se había acallado aún cuando no podía verlo. “Es difícil de localizar señor Fibel” continuó. Si hubiese querido que me encontrara, le hubiese dado mi número telefónico. “¿En que puedo ayudarlo?” pregunté con voz parca.

Quiso verme ese mismo día, y me disculpé pues no tenía ganas de ver a nadie, pero un minuto después que corté la llamada, timbró en mi portero y no tuve más salida que atenderlo.

Mi mirada fue severa al momento de abrir la puerta, intenté que lo sintiera pero no vi mucha reacción en su rostro. Aunque no se le veía ninguna arma, sabía que traía una escondida. Este tipo parece que no sale sin un arma que lo respalde. “¿Cuál es la urgencia?” dije con un tono acusativo, pero solo recibí a cambio una sonrisa amplia que me desubicó aún más. “Me gustaría hablar con usted. Es importante” me dijo un poco más serio, intentando que no lo interrumpiera. No vi una mala intención en sus acciones, y estaba solo, así que luego de mirarlo unos segundos, lo invité a pasar.

“Es difícil saber como hace para vivir, para tener las comodidades que usted tiene” afirmó tomando el mate que le había pasado. “Espero que le gusten los mates, es lo que estaba por tomar cuando llegó” él afirmó con su cabeza.

“Disculpe por todos los problemas” dijo y me pareció sincero. “No se preocupe, debe ser importante lo que quiere conversar. También lo disculpo por haberme disparado” lo miré mientras me sentaba junto a la ventana, su expresión de asombro, y luego un carcajada. “Era mi trabajo” se excusó. A mí no me dio tanta gracia.

“En ese momento, usted no nos dijo que hacía en el lugar y nosotros no estábamos en posición para preguntar nada al respecto. Pero yo sé que usted sabe mucho a cerca de la investigación” hizo una pausa sorbiendo el último trago de mate y me lo devolvió. “Solo quería que nos ayudara. En estos meses hemos aprendido mucho pero por otro medio y estamos dispuestos a cooperar con usted, si usted colabora con nosotros” creo que su diplomacia tiene ese toque de amenaza muy sutil y de alguna forma no le respondí para no negarme.

“Sería inútil decirle que no sé nada al respecto, porque veo que está muy seguro de lo que dice. Por otro lado, no veo como decirle que no” hice una pausa tratando de tragar algo más que el trago de mate caliente. Otra vez su cara se lleno con una sonrisa. “Entonces está decidido” juntó las manos y aplaudió en un gesto de victoria.

“Pero que podría hacer yo, si ustedes ya parecen saber exactamente que buscan” le alcancé el siguiente mate y vi en sus ojos que había hecho una pregunta muy obvia, ¿pero sabía también del libro? Su celular sonó como si eso fuese una respuesta para mi pregunta. Respondió en un tono parco y afirmó varias veces para luego cortar. “Ahora subirá la persona que puede explicarle toda nuestra investigación.” se dirigió hacia la puerta de entrada y la abrió. Ahí había ya parada una persona vestido con un hábito negro, pulcramente arreglado, su rostro tapado con una máscara oscura que le cubría la parte superior, hasta su nariz y dejaba ver su prolija barba en candado.

“Buenas tardes, soy el Padre Malakai” dijo y su voz retumbó en el pasillo, como acompañando el misticismo que lo envolvía. Entró luego de hacer una muy ensayada reverencia.

La pausa fue prolongada, y ninguno de los tres habló.

Me levanté y traje a la mesa una botella de gaseosa. Al regresar, sentí sus ojos que me observaban, y parecieron brillar en las pequeñas aberturas de la máscara. Le acerqué un vaso y otro para Benjamín, que miraba detenidamente cada movimiento. El sacerdote se puso de pié y caminó hasta la ventana. “Desde hace mucho tiempo venimos investigando el trabajo del señor Martín Perez Garso” dijo para comenzar su relato. “Este hombre por alguna razón sabía mucho sobre ocultismo e invocaciones, y ha recolectado información que nadie más ha hecho. Pero siempre ha estado envuelto en un manto de sombras y nadie lo ha visto realmente” me miró de reojo a través de su máscara, sentí que me escrutaba. “Usted tiene un libro que le pertenecía” dijo con una seguridad que no pude refutar y volvió su cara para mirar nuevamente por la ventana. Benjamín se apoyó contra la pared tranquilamente y volvieron a hacer silencio.

“Este libro le perteneció a una criatura que no es de este mundo, algo que ustedes ni en sus pesadillas podrían haber visto y Francisco me lo dejó a mi” cuando dije la última palabra, sentí algo extraño, miré a Benjamín y noté un dejo de preocupación en sus ojos. “Hay alguien vigilándonos” el padre Malakai hizo un paso hacia atrás y se retiró de la ventana. Miré el edificio en construcción a unos treinta metros del mío. “Ha estado ahí desde que ustedes llegaron. Pero creí que era alguien que estaba con ustedes” miré a Benjamín y sus ojos me dijeron que no era así. “Prepare su arma, señor” le dije, los tomé de las manos, a ambos y cerrando los ojos los transporté al lugar del espía. Estoy cansado de los misterios.


~ Próxima Entrega 15 de Febrero del 2007 ~

1 comentario:

Unknown dijo...

waaaaooo ya casi ni tengo palabras pa decir cuan geniales son tus escritos XD!!!