domingo, 18 de febrero de 2007

020 - 9 de Enero - 2da Parte

Sus ojos estaban abiertos, como si un bombardeo de imágenes les hubiese obligado a quedarse estupefactos. El padre Malakai tiritaba, preso del miedo. Pero unos segundos después parecieron repuestos. Yo apenas había llegado a este lugar, abrí los ojos y observé muy bien todo a mi alrededor. El sol caía desde otra perspectiva que la que veía desde mi ventana y eso desubica un poco, sobretodo para mis dos acompañantes que nunca habían sido transportados de esta forma.

“Cobra ánimo, Diomedes, y pelea con los troyanos; pues ya infundí en tu pecho el paterno intrépido valor que acostumbraba tener el jinete Tideo, agitador del escudo, aparté la niebla que cubría tus ojos para que en la batalla conozcas bien a los dioses y a los hombres. Si alguno de aquéllos viene a tentarte, no quieras combatir con los inmortales; mas, si se presentara en la lid Afrodita, hija de Zeus, hiérela con el agudo bronce.” Terminó de leer el hombre que apaciblemente cerró el libro y nos miró, ahí sentado con su espalda apoyada en una viga de la pared que aún no estaba terminada y desde dónde podía observar fácilmente mi departamento. Un hombre de unos 30 años, su barba oscura en candado y puntiaguda; cabello desordenado y tatuajes coloridos en los hombros; vestido con ropa informal, una pistola en una sobaquera y su libro de La Ilíada en sus manos.

Creo que el padre Malakai tenía ganas de matarme, pero es un hombre sabio y entendió la situación, aunque no dejaría pasar la oportunidad para reprochármelo luego, y su cara de enfado era evidente detrás de su máscara. “¿Y este quién es?” preguntó Benjamín llevando su mano a la pistola en su espalda. Lo miré, de alguna forma sé muy bien que a la hora de un enfrentamiento, no necesito armas. Pero aún así, me concentré para levantar una protección invisible ante nosotros, sin perder de vista al hombre que me observaba como si supiera que estaba haciendo.

“¿Por qué los protegés también a ellos, si ni siquiera confían en vos?” preguntó con una seriedad en su mirada que me hizo sentir incómodo. “¿Por qué no debería hacerlo?” respondí y Benjamín me miró sin saber de que estábamos hablando. “Ellos no se imaginan ni cerca de lo que eres capaz de hacer, y si lo supieran seguramente te juzgarían como un brujo o diabolista. Tú lo sabes, y por esa misma razón se lo ocultaste” miró a los otros dos, para ver la reacción de sus caras.

“¿Creen que tienen siquiera un ápice de mérito por el libro que están creyendo que les pertenece?” preguntó, pero no terminó de hablar cuando el padre lo interrumpió “y me imagino que usted piensa que lo tiene.” Sentí la ironía de su afirmación, aunque no vi que sonriera. Benjamín regresó su mirada hacia el hombre que ahora estaba parado a contraluz. “No soy yo el dueño de ese libro, si es eso lo que quiere saber” sentí que había un pero en esa frase, aunque no lo mencionó, así que me imaginé que trabajaba para alguien.

“Entonces, ¿para quién trabaja?” se adelantó Benjamín. El hombre lo miró con mirada severa, y el seño fruncido. “Creo que no entienden la situación” dijo mirando hacia el suelo. Sacó su arma en ese momento, y disparó hacia nosotros. Ambos se cubrieron la cara con sus brazos, yo vi la bala detenerse en el aire, moví mi mano y cayó en mi palma aún caliente. El hombre sonrió. Vi el atardecer a su espalda, y la llovizna ya había amainado.

“Las cosas que puede hacer este extranjero, ustedes no podrían siquiera imaginárselas” dijo calmado. “Pero mi amo es mucho más poderoso” continuó. “Y por lo visto, no te ha olvidado, Quike Fibel”. Una mala sensación avinagró mi boca, pues sabía a quién podía referirse y me di cuenta que estaba metiendo en un problema grande a estas personas, sin siquiera tener el derecho. Por otro lado, ellos mismos fueron los que me habían buscado, por el libro.

“Bueno, no tiene caso esta conversación” dijo el padre Malakai, mientras miraba a su alrededor, buscando quizás una salida del edificio en construcción, pero el hombre lo detuvo “No se preocupe, que esto se pondrá muy interesante, en unos segundos. Eso se lo prometo, padre Malakai” y sus ojos reflejaron algo de maldad, que creo que el padre también detectó. El hombre miró hacia el horizonte, donde el sol se escondía con tonos naranjas sobre las sierras oscuras. El piso en unos cuantos segundos quedó en la penumbra y las sombras ganaron el lugar, dejando muy pocos lugares iluminados pobremente.

El hombre volvió a mirarnos y sentí un sonido como el de un gran aleteo, extendió sus brazos hacia los lados y vi dos grandes alas como de murciélago que se batieron unos pasos detrás de él.

Una criatura un metro más alta que el hombre aterrizó justo detrás de él y una sonrisa se dibujó en su rostro. “¿Qué demonios es eso?” gritó Benjamín, mientras sacaba su pistola y una linterna y apuntaba hacia la criatura. Vimos una aterradora cara de piel gris como el cemento pulido, dientes prominentes y pequeños cuernos que salían de las mandíbulas, sus ojos sin pupilas y cuernos torcidos como los de un carnero que caían por los costados, amenazantes. Su cuerpo humanoide y levemente encorvado hacia el frente, soportaba el peso de enormes alas en su espalda muy similares a las de un murciélago. Parecía estar hecho por completo de cemento, o piedra. Lo más intimidante eran sus brazos poderosos que llegaban casi a tocar el suelo y terminaban en grandes garras con uñas casi del mismo tamaño. “Encargate vos, y si tenés éxito traeme los cuerpos” le dijo por sobre el hombro y mirando levemente hacia arriba.

Benjamín apuntó su arma al hombre y disparó sin siquiera pensarlo, pero la criatura movió un ala y lo cubrió por completo. La bala solo hizo una pequeña mueca en la dura membrana. Los ojos de la criatura se encendieron como dos rubíes iluminados por una luz interna.

Metí mi mano en mi bolsillo trasero y saqué una vez más mi pequeña bolsa de cuero. “Esto es broma, las balas no le hacen nada” dijo Benjamín “Seguro depende del calibre” respondió el padre Malakai que extrajo un revolver largo de algún lado debajo de su sotana. La criatura tiró sus alas hacia atrás y se paró delante del hombre que se dejó caer a un andamio que estaba un metro más abajo.

Saqué mi cimitarra de la pequeña bolsa. “Usted está lleno de sorpresas señor Fibel” dijo Benjamín mirando el largo filo que salía de la pequeña envoltura. Le sonreí y sentí esa adrenalina que nacía siempre antes de salir a combatir en la arena de Draj. “Espero no defraudarlo” respondí.

~ Próxima Entrega 22 de Febrero del 2007 ~


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Después de eso queda una sola cosa por decir:
Iniciativa...

Tao dijo...

ta puñetera la gargola. Dale gsa mirko y siguele.

Anónimo dijo...

¡¡UPS no hay pistolas +1!!
que cagada che ^_^

muy bueno mir la descripcion de la gargola se zarpo, me hiso acordar al dibujo que hise hace poco de esa criatura

Anónimo dijo...

Muuuy bueno Mirkachu, cada vez más intrigante ... me encanta la manera de describir,hacés sentir al lector inmerso en tu mundo..¡¡¡¡Te felicito!!!!!!...talento puro.